Lost in translation

16/03/2013

Daniel Serrano. España es ruido en la calle, gente que sale hasta muy tarde, la guerra civil, Franco, Pedro Almodóvar, afueras de tierra seca, el museo del Prado, las empinadas calles de Toledo...

España es ruido en la calle, gente que sale hasta muy tarde, la guerra civil, Franco, Pedro Almodóvar, afueras de tierra seca, el museo del Prado, las empinadas calles de Toledo, la luz doblando esquinas sobre los tejados de Madrid, estaciones de tren, el barrio gótico de Barcelona, Lorca y Miguel Hernández, olor a hachís, la interminable sucesión de horas luminosas, cielo y piedra. Eso es lo que ve de nuestro país el protagonista de Saliendo de la estación de Atocha y (más allá del inevitable tópico) hay algo de certero en el retrato. El buen salvaje venido de Estados Unidos a la vieja Europa nos ofrece una mirada que bien sirve como espejo de lo que somos, nos guste o no y podemos optar por el argumento de la complejidad de nuestra idiosincrasia y todas esas cosas pero hay veces que el prójimo tiene toda la razón.

Saliendo de la estación de Atocha es la peripecia iniciática de una especie de erasmus pasado de rosca que aluniza en Madrid y se dedica a fumar porros en el Retiro, mirar la ciudad desde el ventanuco de su buhardilla, escribir poemas, atiborrarse de tranquilizantes y alcohol y (naturalmente) enamorarse perdidamente de dos mujeres a la vez y consecutivamente o consecutivamente y a la vez. O sea, más o menos lo que todo extranjero que viene a España suele hacer. Pero el gran hallazgo de esa novela reside en colocar al protagonista en esa posición lost in translation que tan magistralmente ejecutó en el celuloide Bill Murray. El joven Adam vive en una nebulosa de malentendidos, observa y no sabe si entiende bien y su extravío tiene brillos de pesadilla o de broma, más bien de broma, Adam es un inspector Closeau que lee a Tolstoi, patoso y encantador aunque también asesinable a ratos.

Lo más interesante quizá es el modo en que Ben Lerner nos retrata. Ya digo que habrá quienes insistan en la superficialidad del dibujo pero, por ejemplo, en lo que se refiere a Madrid y lo que debe hacerse cuando uno está en esta ciudad no me digan que no acierta: “Ir de bar en bar hasta que poco a poco acabas como una cuba, entrar después en una discoteca de varias plantas y bailar, si eso es bailar, al ritmo de un tecno horrible, meterse mano durante horas y horas y luego comer chocolate con churros y volver a casa dando tumbos casi al amanecer. Por lo visto era lo habitual para una amplia franja de edades; desde luego, había gente de varias generaciones en la calle hasta muy tarde; los niños seguían jugando en la plaza a medianoche; los maduritos bebían hasta bien entrada la madrugada”. Esto es lo que hay. Poetas del 27, Franco, películas con numerosísimos personajes homosexuales y cachondeo. España.

Introduce también Lerner, sin embargo, la tragedia. Esa tragedia que no ha sido abordada por los escritores españoles y que él coloca en medio de la novela: los atentados del 11 de marzo. El autor es honesto. Adam vive el drama con la misma distancia emocional y confusión con que contempla el resto de las cosas en España. Ve el humo, los gritos, los televisores asomándose al horror, las manifestaciones, la unánime repulsa, la unánime repugnancia ante las manipulaciones de un gobierno desquiciado, él participa, bajo los paraguas. Y luego se va a una fiesta de bohemios adinerados que hablan de política y fuman mucho hachís, es estupendo para un tipo de Kansas la facilidad con la que el hachís se consume en España, se sorprende de la amabilidad de los camellos africanos y también de la amabilidad con que la policía consiente la labor de esos camellos. España es un país tolerante con los vicios ajenos donde todo el mundo bebe, fuma y, sobre todo, sale a la calle a la menor oportunidad. Lerner creo que acierta cuando nos retrata así. En lo bueno y en lo malo. Qué se le va a hacer.

Saliendo de la estación de Atocha es una excelente novela y le ha gustado a Jonathan Franzen, qué les voy a contar yo. “Una novela llena de vida” sostiene Franzen. Sí, señor. Estoy completamente de acuerdo. Y un interesantísimo acercamiento a nuestra propia identidad, un modo de conocernos como país a través de los ojos de un extranjero, despistado y tierno y enamorado. Porque, como es normal, uno se va a otro país siempre con el objetivo de enamorarse irremisiblemente.

Saliendo de la estación de Atocha. Ben Lerner. 193 páginas. Mondadori.

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Un pensamiento en “Lost in translation

  1. Estimado lector disperso:

    Al final le he dado una oportunidad. Ya te he dicho en muchas ocasiones que a veces cuentas las cosas como si fueran una verdad absoluta. Me quedan apenas 30 páginas y me llevo un impresión del poeta muy distinta de la primera y escasa lectura antes del abandono. No sé si me ha ofrecido lo que esperaba o es que al final esperaba tan poco que lo leído se ha convertido en un espejismo saciante. En cualquier caso gracias por haber hecho posible a través de tus sensaciones y palabras que le haya podido dar una nueva oportunidad a esta novela.

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