Laura Mintegi y el asesinato de lenguaje

21/03/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Escucho a Laura Mintegi referirse al asesinato de una víctima de ETA como un “asesinato político”, como si los asesinatos políticos fueran más disculpables que los asesinatos a secas. En ambos casos estamos ante una perversión verbal: porque, por un lado, en el caso de que el asesinato fuera, de verdad, “político”, esto no supone ni un atenuante ni, desde luego, ningún tipo de eximente; y no sólo teniendo en cuenta la letra del Código Penal, sino también una ética más o menos razonable. Pero es que resulta que, encima, no era un asesinato “político”, porque en España no hay guerra “política”, ni guerrilla “política”, ni razones “políticas” para empuñar una pistola o instalar una bomba en los bajos de un coche desde 1978. Quizá durante un tiempo la dictadura de Franco supusiera, en el imaginario colectivo, una especie de disculpa matizada –porque a los crímenes de la dictadura se oponían los crímenes del terrorismo de izquierda, nacionalista o no- que también habría que discutir, pero parece aceptado cabalmente que desde que tenemos una Constitución y un sistema de representación pública todo lo imperfectos que queramos, pero reales, nadie está legitimado para defender, hoy en España, por mucho que se trate de justificar, un discurso político a punta de metralleta.

Pero no puede extrañarnos que Laura Mintegi, desde Bildu, afirme todavía que los asesinatos de ETA son “políticos”, porque siempre ha pertenecido, con todas las dobleces posibles del lenguaje, a esa parte del independentismo que justifica el asesinato. Ya fuera ensalzando al diario Gara o a los procesados en el caso Egunkaria, o apoyando a José Ignacio de Juana Chaos, con su visita, cuando estaba en huelga de hambre en el hospital Doce de Octubre, Laura Mintegi siempre ha sido más o menos clara en su defensa del terrorismo como forma de conseguir sus objetivos políticos. Quizá eso fuera lo que le llevó a afirmar que Arnaldo Otegi “es un buen líder, un excelente líder”, porque hacer explotar una gasolinera, robar varios coches a mano armada o participar, en febrero de 1979, en el secuestro de Luis Abaitua, director de Michelín en Vitoria, haciéndole pasar diez días encerrado en una cueva, sin duda son credenciales más que notables para liderar un proyecto político según Laura Mintegi.

Pero Laura Mintegi no está sola. Es una de las líderes políticas por las que pasa el proceso de pacificación en el País Vasco, porque representa no sólo a una parte de su partido, o del independentismo radical, sino de la sociedad vasca, que piensa como ella. Y esto es lo grave: que ese mensaje tenga todavía un respaldo social, que el Estado centralista “opresor” siga siendo “opresor” –cuando aquí la única opresión social, durante muchos años, ha sido el terrorismo de ETA y todo el lodazal circundante y poliédrico- y que ese discurso continúe teniendo apoyos entre una población engañada.

Porque asesinatos, en realidad, ha habido muchos. El primero el del lenguaje, su perversión estratégica. Un asesinato es un asesinato, y la política es lo que nos impide imponer nuestro criterio a golpes. Mientras no se deje de lanzar ese mensaje equívoco, la sociedad de Euskadi, y también la española, nunca podrá sanar sus múltiples heridas. Para que cicatricen, es imprescindible recuperar esa esencia moral del lenguaje usado verazmente, y un abandono total del matonismo que algunos quieren confundir con la palabra libre.

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