A la mierda sakespeare

22/03/2013

Daniel Serrano. Es la opinión (no me miren así) de Nigel Molesworth, alumno del exclusivo colegio de San Custodio al cual habrán de imaginar como el típico mocoso con gorra a rayas, jersey de cuello de pico y corbata que pena su infancia en esa institución tan típicamente británica que es el internado con torreones de aspiración oxoniana y profesores que atizan en el culo con largas varas.

A la mierda sakespeare, sostiene Molesworth y en ese exabrupto se resume un vitriólico ideario que consiste en: aborrecerás el colegio sobre todas las cosas. He aquí el cuaderno de notas (en primerísima persona) de un niño  (Reino Unido, años 50) sometido a las disciplina de un profesorado que fuma en pipa, luce levitas negras, ha peleado en la guerra y no duda en emplear la violencia sobre las nalgas de sus pupilos.

¡Abajo el colejio! es una delicia british que nos remite a Roald Dalh, Guillermo El Travieso, Evelyn Waugh y (más acá y al otro lado del Canal de la Mancha) El Pequeño Nicolás. Humor a la inglesa repleto de voluntarias (e hilarantes) faltas de ortografía a cargo de Geoffrey Willans (textos) y Ronald Searle (ilustraciones).  Literatura infantil para adultos y (dejémonos de zarandajas) ¡una verdadera obra maestra!

¿Exagero? Tal vez, pero les aseguro que no disfrutaba tanto desde que leí por vez primera a Richmal Crompton y descubrí a Guillermo y sus proscritos. Añádanle un cierto regusto a viñeta del New Yorker (donde Ronald Searle dibujó profusamente) y se harán una idea de lo rico que sabe este libro.

Por ejemplo. Diserta el gamberro Molesworth sobre Pitágoras:

“Pitagoras es sin duda el campeón de la geometría. En vez de cultibar higos dátiles y esas cosas que se hacen en grecia Pitágoras se dedicó a los triángulos (…). Sienpre que descubría algo nuevo sobre un triángulo Pitagoras, que no tenía vergüenza, salía en volas de la bañera y corría por las calles de atenas gritando eureka eureka. Es un milagro que no lo encerraran a Pitagoras”.

Apunte de Historia:

“Los bárbaros, que jugaban en casa, destrozaron a los romanos con lanzas y flechas que les lanzaron desde trincheras y henpalizadas. ¡Toma! En la siguiente temporada los romanos compraron mejores jugadores, transpasaron a césar, y con aurelio en el banquillo, un tal remo se hartó de regalar goles a la afición”.

Y así, gozosa tropelía tras tropelía, 110 páginas que nos saben a poco y que (esperamos) tengan continuación ya que este volumen es el primero de los cuatro que se publicaron en Gran Bretaña a lo largo de los años 50 con enorme éxito. Molesworth retrata el ecosistema colegial británico con enorme precisión y se agradece que lo políticamente correcto se escape a su entendimiento y por eso habla de sus maestros del siguiente modo: “A los profes no solo les gusta la CERVEZA algunos también tienen en sus cuartuchos fotos ejem ejem de chabalas como beti grable”.

¡Abajo el colejio! reivindica la infancia como territorio salvaje; niños y adultos se colocan en trincheras diferentes y batallan duro aunque finalmente (¡ay!) ganan los mayores y un buen día dejamos de tener las rodillas sucias y de jugar al escondite y es un fastidio, qué caramba.

Excelente iniciativa la de la editorial Impedimenta esta de recuperar un clásico olvidado de la sátira inglesa. He aquí un libro que debiera ponerse al alcance de los críos o adolescentes ya que (en realidad), sea en los 50 o en este siglo XXI, los niños siempre son niños y los profesores son el enemigo (cariñosamente hablando, nadie me malinterprete). Pero ¿comprende un niño de nuestros días un libro así? ¿Leen nuestros jóvenes a Enid Blyton o prefieren Juego de tronos? Ante la duda recomendemos entonces este ¡Abajo el colejio! a treintañeros, cuarentones y cincuentones con nostalgia del pastel de jengibre y la zarzaparrilla.  Ah, esa vieja literatura británica para chavales, con ilustraciones a tinta, esas peripecias bajo la lluvia, el perro, las calaveras. Aunque, bueno, heredero de todo eso es Harry Potter y bien que ha vendido J. k. Rowling con la fórmula de marras. Convengamos entonces que la llama no se ha extinguido del todo.

Pero dejémonos de divagaciones. ¡Abajo el colejio! resulta de obligada lectura si usted quiere echar unas risas y disfrutar de unas fabulosas ilustraciones y se queda uno la mar de a gusto, como de regreso a lo mejor de la niñez, mirando por la ventana y recordando cuando nos desternillábamos leyendo el Don Miki.

Y cuando, igual que Molesworth, opinábamos muy seriamente: “¡En realidad el colejio es un balle de lágrimas!”.

         (Ah, y para los quisquillosos, Shakespeare es sakespeare en el título y en la reseña por respeto a Molesworth, nuestro héroe, que todo hay que decirlo, no vaya a ser que haya quien aproveche para acusarme de terrorista ortográfico y cosas peores. ¡Ha sido el niño!).

         ¡Abajo el colejio! Un manual de instrucciones para la vida escolar destinado a los alumnos y sus padres. Geoffrey Williams (textos). Ronald Searle (ilustraciones). Impedimenta. 110 páginas.

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