En estos tiempos convulsos uno no puede sino añorar lo que en el argot periodísitco se llama «serpientes de verano». Cómo no recordar con cariño aquellas tediosas tardes en la redacción –bien en la canícula o en semana santa- donde las noticias brillaban por su ausencia y tenías que buscarte la vida para llenar las páginas del diario.

Así surgían los temas más inverosímiles, una vez gastados los tópicos sobre la reaparición del monstruo del lago Ness o del yeti del Himalaya, la visualización de platillos volantes o las investigaciones sobre las posibilidades de suplir el agua como combustible de los vehículos. A veces incluso se creaban divertidas polémicas sobre los rombos estampados en los calcetines o cual era la manera más científica de cortar el papel higiénico. Ello amenizaba seguramente estos periodos huérfanos de de novedades a la espera que las fuentes de información habituales acabaran sus vacaciones y todo volviera a la aburrida normalidad de ruedas de prensa, comunicdos oficiales, consejos de ministros….

Estos “divertimentos” nos tenían entretenidos y los lectores con frecuencia sabían agradecer o, como mínimo, no sentirse defraudados por el precio que habían pagado por el diario.

Este esfuerzo de imaginación hace tiempo quelamentablemente no es necesario hacerlo dado la sobredosis de noticias trascendentes que diariamente suceden en el mundo y que ya ni siquiera respetan los días santos y el reposo de los ciudadanos (algunos añaden la coletilla de “merecido”). Además estas informaciones que publicamos ahora son las que producen sobresaltos, inquietudes y malestar, porque desde hace unos meses no damos una puñetera noticia que invite al optimismo.

¡Qué gran verdad aquella máxima periodística que rezaba “no news, good news”!

Y los que tenemos una cierta edad, cómo recordamos las tardes de guardia en una redacción casi solitaria en la que junto con cuatro estudiantes en prácticas buscábamos noticias de debajo de las piedras para llenar el diario y nos estrujábamos el cerebro ideando temas supuestamente atractivos.

Al menos no eran malas noticias ni amargábamos la vida a nadie, aunque fueran “serpientes de verano»….