El fraude de la democracia

19/04/2013

Josep M. Orta.

“De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando” aseguró en la Cámara de los Comunes en noviembre del 1947 sir Wiston Churchill cuando lideraba la oposición tras perder las elecciones después de haber ganado la segunda guerra mundial. Tres años después recuperó la confianza de los ingleses y volvió a ejercer de primer ministro

Lo contrario de lo que sucedió con Adolf Hitler. Los alemanes votaron al Partido Nacional Socialista en 1933 y encumbraron a Adolf Hitler como canciller. Cómo utilizó el resultado de las urnas no hace falta repetirlo.

Los españoles dieron al programa que defendía Mariano Rajoy la mayoría absoluta de los diputados en las elecciones del 2011. Así los españoles castigaron la traición que hizo José Luis Rodríguez Zapatero al programa que le llevó a La Moncloa.

El actual presidente español no sólo no ha cumplido ninguna de las promesas que hizo cuando reclamaba la confianza de los españoles sino que ha aplicado unas medidas radicalmente opuestas a las prometidas. La política que desarrolla Mariano Rajoy no la ha votado nadie y la perversidad del “sistema menos malo de gobierno” hace que pueda seguir aplicándola impunemente en los dos años de legislatura que le quedan.

Mientras numerosos colectivos se están rebelando, las medidas que toman desde Gobierno sólo consiguen ir arruinando el país tanto económica como socialmente y las justificaciones que en estos tiempos de crisis realizan sus dirigentes es de suponer que les harán sonrojar dentro de poco tiempo.

No hay ningún mecanismo posible para que sean los ciudadanos quienes decidan como quieren ser gobernados en las actuales circunstancias. Su mayoría absoluta es virtual, la tienen en el Parlamento pero no en la calle. Su traición a su programa no tiene ninguna consecuencia y este rodillo parlamentario les deja las manos libres para hacer lo que quieran y lo hacen impunemente, de la misma forma que se permitieron hacer oídos sordos a las reclamaciones de los indignados o ahora al clamor de rechazo a los desahucios o el trato que reciben los afectados por las preferentes…

El país está llenos de implicados en presuntos fraudes y cada partido justifica –de manera más o menos burda- sus vergüenzas, hasta el punto de quienes tendrían que aplicar las soluciones se han convertido en el principal problema.

La democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos pero estos días vemos que también tiene efectos más que perversos.

 

 

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