Lo confieso. Tengo debilidad por los Trueba. Me gusta su librería (La Buena Vida), David cuando sale por la tele entrevistando al Follonero, Todas las canciones hablan de mí de Jonás, el pequeño de la saga, y (naturalmente) adoro la exquisita filmografía de Fernando, al cual ningunearon de modo absurdo en los goya siendo como es El artista y la modelo la mejor película francesa que se ha hecho en España. Por no mencionar La niña de tus ojos, bellísima tragicomedia a medio camino entre Berlanga y Casablanca. Por no mencionar La silla de Fernando, extraordinario experimento documental consistente en dejar hablar a Fernando Fernán Gómez todo lo que le diera la gana.
Los Trueba me caen bien, qué caramba, y su amor al cine y a la cultura me parece ejemplar en un país donde (cada vez más) la cultura se degrada a marchas forzadas y los jóvenes cineastas han cambiado la nouvelle vague por el blockbuster. Así que cuando hallé Las ilusiones, cuaderno de notas en torno al proyecto cinematográfico Los ilusos (película que -¡ay!- no he podido ver aún), fue imposible resistirme. Adquirí el librito y lo devoré de una sentada.
Los ilusos es la película (hecha al límite del amateurismo, en ratos perdidos, blanco y negro, estrenada al margen de los circuitos convencionales) y Las ilusiones es el libro, el germen, un puñado de anotaciones entre lo poético y lo ensayístico, una verdadera delicia.
No estamos (por mucho que se empeñe el autor del texto de la contraportada) ante una novela. Ni falta que hace. Las ilusiones es algo así (salvando las distancias) como La noche americana de Truffaut convertida en literatura. Anotaciones a vuelapluma, el proceso de creación de una película, la arquitectura de un proyecto, un relato fragmentario de cómo se construye un relato fragmentario. Y con un componente generacional conmovedor. Los jóvenes bohemios que retrata Jonás Trueba son esa juventud que sueña y comparte piso y aguarda tiempos mejores y se enamora y no hay modo de que encuentre un trabajo fijo y, sin embargo, cultiva una felicidad secreta. “Los ilusos. Jóvenes artistas que quieren dedicarse al cine, al teatro, a la pintura, a la música, pero no lo consiguen. O tan sólo en el ámbito doméstico, casero. (…) Pasan mucho tiempo sin trabajar. Y es muy importante a qué dedican su tiempo libre. Su tiempo libre, de alguna forma, es su trabajo”. Qué mejor definición de esa vanguardia que todavía profesa la creencia sagrada de que la creación merece todo sacrificio.
Recuerda Jonás Trueba que Gómez de la Serna se felicitó de haber tenido la suerte de vivir en una época en la que perder el tiempo podía ser considerado una obra de arte. “Los personajes de esta película ya no viven en esa época. Y de ahí su tragedia”. Así son las cosas.
Jonás Trueba amontona referencias en estos textos: Rosellini, Rohmer, Camus, Azcona, Casavettes, Wong Kar-wai. Cita a Éduoard Levé: “Creías que al ir haciéndote mayor serías menos desgraciado porque, para entonces, tendrías razones para estar triste. Siendo joven, tu desasosiego era inconsolable porque lo considerabas infundado”. Este es un libro de libros y de películas y de museos y cafés, como si Madrid fuese París y Antoine Doinel anduviera todavía tomando el metro por la ciudad.
Y me congratula también (qué alivio) saber que Jonás Trueba considera (como yo) la filmoteca un lugar sórdido donde abrevan más los ancianos desocupados y los buscones pervertidos que los verdaderos cinéfilos. Ya lo puedo decir: aborrezco el cine Doré.
Las ilusiones es un gran libro, ligero y a la vez hondo, de una ironía elegantísima, repleto de una energía luminosa. Con el ímpetu juvenil de quien considera posible edificar sueños en forma de películas o novelas o pinturas u obras de teatro. Todo eso que (a pesar de los pesares) sigue haciendo un puñado de resistentes y que mantiene viva nuestra cultura y llenos los bares de la Corredera Baja de San Pablo e inmediaciones.
Me ha gustado (y mucho) Las ilusiones y les aseguro que no se trata de una mera maniobra editorial para aprovechar los escritos de un director letraherido que literaturiza a la vez que filma. No. Las ilusiones emociona y se lee con auténtico deleite. Al menos a mí me ha sucedido. Espero que a ustedes les pase lo mismo.
Las ilusiones. Jonás Trueba. Editorial Periférica. 63 páginas.
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