Liberales nutricionistas

06/05/2013

Germán Temprano.

De siempre he creído que Rousseau no tuvo su mejor tarde cuando alumbró aquello de que el ser humano es bueno por naturaleza. Ya se encargan sus actos de desbaratar esa tesis. Aunque uno se acerque a la realidad con más optimismo que Báñez basta ahondar en la letra pequeña, incluso vale con la mediana, para llevarte el chasco. Así, sólo con saber del conflicto interno que ha desatado en el PP una inminente reforma de las pensiones intuyes que hay una parte de sus dirigentes que reniegan de ella porque se desviven por asegurar una llevadera vejez a sus ciudadanos. Pues no. No les preocupa que los jubilados puedan perder derechos sino que ellos puedan perder elecciones. Es decir, no se oponen por lo que pueda tener de injusta sino de impopular.

Con estos antecedentes quedan muy claras las prioridades de cada cual.  Y acaso la primera haya sido, con innegable éxito, abonar la tierra sobre la que se sustenta una inconmensurable falacia. El estado del bienestar es un bien graciable de los gobiernos que, por su abuso, ha condenado a la sociedad a la asfixia financiera. Con ello la pelota de la larga y severa crisis pasa del tejado de los voraces bancos y especuladores, los culpables, al de los ancianos que se medican en exceso, los currantes que se lanzaban como locos a firmar una hipoteca o los parados que hacen una chapuza fuera de cacho para poder pagarse ese lujo del comer. Es decir, las víctimas del desastre.

Ni siquiera se trata de algo sibilino sino de un grosero que asusta. Si trabajas es porque tienes suerte no porque tengas derecho, si tienes subsidio de desempleo no es porque antes hayas cotizado para ello sino porque el Gobierno subvenciona el parasitismo o si tienes sanidad ‘gratis’ no es porque tus impuestos hayan servido precisamente para eso sino porque esto es un sindiós social al que hay que poner freno de inmediato. Y nadie mejor para acometer este reto que estos liberales nutricionistas que quieren adelgazar el estado a toda costa sin que, eso sí, se prescinda de sus muchos familiares que copan puestos, altos cargos y asesorías en la Administración.

No deja de ser paradójico que la adalid de esa brutal poda sea Esperanza Aguirre quien, pese a sus irrenunciables principios del ‘laissez faire, laissez passer’, lo que no dejó pasar fue la oportunidad de colocar a una de sus criaturas como asesor digital en la Secretaría de Estado de Comercio. Como todo el mundo sabe una empresa de lo más privada. Si era más fácil que un camello entrara por el ojo de una aguja que un rico llegara al cielo, lo es más si lo que quieres es encontrar a algún liberal de campanillas que no sea funcionario, viva o haya vivido en algún momento de un salario público.

La reiteración del ‘gratis total’ cuando se habla de la protección social estomaga por lo que tiene de patraña y por lo que en el fondo busca que no es otra cosa que fomentar el ‘sálvese quien pueda’ para asumir de ese modo que la desigualdad entre los ciudadanos, cada vez mayor, es más maldición bíblica que aplicación premeditada de políticas injustas a sabiendas de que lo son. Una prevaricación gubernamental que no tiene otro juicio que las urnas.

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