Segovia

28/12/2010

Pascual Hernández.

En 1985 la UNESCO incluyó a la antigua ciudad de Segovia y a su acueducto romano en la lista de Ciudades Patrimonio. Celtas, romanos, árabes, judíos y cristianos han vivido en su suelo a lo largo de los siglos. Hoy día es un encantador destino turístico y gastronómico cercano a Madrid.

Llego a Segovia un día soleado y cálido del mes de diciembre -está claro que no hay que hacer mucho caso de los tópicos climatológicos- perfecto para pasear por sus calles y visitar los bellos monumentos de su casco histórico. Debo confesar que también me ha traído hasta aquí el deseo glotón de probar su célebre cochinillo asado in situ. Sus restaurantes y mesones tienen renombre. Con razón, como comprobaré más adelante. He venido en coche desde Madrid, apenas una hora de viaje atravesando el túnel de Guadarrama, aunque también podía haberlo hecho en la mitad de ese tiempo en el tren de alta velocidad (AVE). Dejo el automóvil en el parking subterráneo que hay junto al mismísimo Acueducto y me dispongo a echar el primer vistazo a esta impresionante obra de ingeniería romana. Impresiona dos mil años después de que fuera construido para llevar el agua de la sierra de Guadarrama a la ciudad. Y más aún cuando me cuentan que los 166 arcos de piedra granítica grisácea proceden de la misma sierra que el agua y que los arcos están constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa al utilizar un ingenioso sistema de equilibrio de fuerzas. Experimento toda su grandiosidad al situarme bajo su estructura en la Plaza del Azoguejo, justo donde alcanza su máxima altura de 29 metros, de los 818 de longitud. Resulta evidente que los romanos no viajaron a la Luna porque nunca sintieron la necesidad de hacerlo. El Acueducto, que prestó servicio hasta fechas recientes, es un perfecto ejemplo de armonía, belleza y utilidad.

Casco histórico

Segovia es pequeño y puede recorrerse tranquilamente en unas tres horas. Regreso hacia la Plaza de la Artillería y busco la cuesta de la calle de San Juan en la entrada Este de la formidable muralla de tres kilómetros que envuelve la ciudad vieja. Inicio la visita al recinto amurallado y al esplendoroso pasado segoviano, atravesando mansiones castellanas señoriales como la Casa de las Cadenas (s.XIII-XV) y la de los Marqueses de Lozoya (s.XIII-XV). Junto a ellas, en la Plaza del Conde de Cheste, se sitúan los palacios de Quintanar (s.XV), de La Floresta de Trifontane (s.XVII), del Conde de Cheste (s.XV), de Uceda-Peralta (s.XVI y actual sede de la Diputación Provincial) y, detrás de éste último, en la pequeña Plaza de Colmenares, encuentro la iglesia de San Juan de los Caballeros (siglos XI-XIII) donde se haya el Museo Zuloaga (ver museos). El maestro la adquirió en estado ruinoso para instalar en ella su taller y recuperarla del abandono. Al sur quedan la pequeña iglesia románica de San Sebastián (s. XII-XIII) de una sola nave, y la iglesia y convento de la Compañía de Jesús (s.XVI y actual obispado y seminario).

Avanzo por las calles estrechas y empedradas, entre más casas señoriales, hasta el Museo de Arte Contmporáneo Esteban Vicente (ver museos). Atravieso la Plaza de los Huertos y Plaza de la Rubia en busca de la hermosa Plaza Mayor, para encontrarme con sus tradicionales soportales castellanos, edificios con balconadas y el Teatro Juan Bravo (dedicado al comunero que junto a Padilla y Maldonado emprendieran la fallida aventura reivindicativa de la Guerra de las Comunidades). En el centro de la plaza, el pequeño templete de la música que amenizaba las horas de ocio de los segovianos, parejas que pasean a sus hijos en esta espléndida y otoñal mañana de sábado, transeuntes que buscan el dulzor de la confitería El Alcázar y pintores que tratar de reflejar en su lienzo la grandiosa Catedral, que emerge desde el suelo buscando el cielo azul infinito segoviano, mientras los pájaros sobrevuelan sus contrafuertes, cúpula y pináculos góticos. Es mediodía. Una hora perfecta para visitarla aprovechando la luz que atraviesa las hermosas vidrieras del siglo XVI. Por su cronología (1525-1768) es conocida como la última catedral gótica, pero su luminosidad y volúmenes la acercan a la estética renacentista. Fue construída para sustituir a la antigua catedral románica que se encontraba en los actuales jardines del Alcázar y que sufrió numerosos desperfectos en 1521 durante la Gerra de las Comunidades. Para ahorrar gastos, varios elementos de la antigua catedral como el Claustro, el Coro o la Pila Baustismal se trasladaron, piedra a piedra, a la nueva, que se levantó con las generosas donaciones del pueblo segoviano. Con planos del gran arquitecto Juan Gil de Hontañón se levantó una planta de tres naves con crucero, ábside semicircular en la cabecera, girola y 18 capillas dentro de las cuales alberga magníficas obras artísticas de maestros de la época.

Puede leerse más en www.viajeroshoy.com

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