El “derecho” de ser catalanes y españoles

17/05/2013

Josep M. Orta.

El AVE Madrid-Barcelona, una de las pocas líneas rentables de la red ferroviaria tardó 18 años en estrenarse (en el 2010) cuando el Gobierno prometió que sería la segunda línea después del Madrid-Sevilla. Entretanto la mayoría de las capitales españolas se conectaban con Madrid por la vía rápida y en algunas de ellas lo único que faltaba eran pasajeros. En contrapartida la unión de Barcelona con Europa y con el sur –Valencia, Murcia y Andalucía- que no sólo tendría beneficios y usuarios, está en el sueño de los justos mientras se promueven estériles corredores centrales.

Cuando el Gobierno actual habla de salir de la crisis es evidente que miente, no adopta ninguna de las medidas que han de permitir crear riqueza y sigue dilapidando dinero en obras y proyectos estériles (estos que ni para la misma Merkel).

Los resultados se empiezan a ver. Estos días nos hemos ruborizado ante la noticia de que han negado la beca del programa Ramón y Cajal a Diego Martínez coincidiendo con el nombramiento que recibía el investigador como el mejor físico joven europeo por la Sociedad Europea de Física. Para mayor desgracia de los que piden que tengamos confianza en el futuro la joven Nuria Martí se quedó sin trabajo por un ERE en el valenciano Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. Se buscó la vida y ahora vive en el paraíso de la Oregon Health “Sciencie University formando parte del equipo que ha conseguido clonar embriones humanos.

El futuro de los que aún han tenido el privilegio de estudiar en las universidades españolas es, en palabras de nuestro gobierno, ir a servir cafés en Inglaterra. Uno todo esto le recuerda aquello de “vente a Alemania, Pepe”, sólo que ahora la inversión que hemos hecho en formar a la generación más preparada de la historia la aprovecharán otra o, si se quedan, engrosaran en la lista de parados. Es otra manera de malversar el patrimonio nacional.

Entretanto el Gobierno no paga a la Generalitat los más de ocho mil millones que tiene comprometidos por ley o por pactos y encima muchas autonomías se rebelan ante la petición catalana de un sistema de financiación más justo. Silencian, claro, la gran contribución catalana al desarrollo de otras comunidades a través del fondo de compensación territorial.

Por todo ello y por otras muchas razones no es de extrañar que cada vez más catalanes engrosen las filas independentistas, incluso aquellos que nunca habían tenido estas veleidades y ahora no sólo han perdido el estado de bienestar si no que se encuentran muy cerca de la miseria. Lejos de avalar las palabras de Rajoy de que los catalanes “tienen el derecho de ser catalanes y españoles” quizás, si lo dejaran preguntar, muchos renunciarían al segundo derecho, ya que se sienten no sólo cornudos sino encima apaleados.
Es aquello de que «nada es verdad ni es mentira, todo es según del color del cristal con qué se mira».

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