Mejor un catecismo que un máster

20/05/2013

Germán Temprano.

Pocos países podrán presumir de tener una Constitución tan dúctil como para garantizar el derecho al trabajo con más de seis millones de parados, el derecho a una vivienda digna con cientos de miles de personas expulsadas de la que tenían y amparar un estado aconfesional en el que la asignatura de Religión puede decidir si eres ingeniero o te dedicas a escardar cebollinos. Ese ‘no va más’ propio de los casinos se ha quedado en nada al lado de las piruetas legislativas y lingüísticas de este Gobierno. Sobre estas últimas han de saber que, por ejemplo, no es que se vayan a suprimir estaciones sino simplemente que los trenes no pararán en ellas. Palabra de ministra. Sí, han leído bien. De ministra. Bien pudiera parecer un serio trastorno para los viajeros, pero en realidad se trata de un programa pionero de fomento del deporte base por si cae Madrid 2020. Subirte en marcha a un vagón requiere unas condiciones físicas que igual no te aseguran una medalla pero por lo menos te permiten llegar al pueblo que querías. Lo de bajarse a 120 ya es otro cantar.

Mal está que te tomen por culpable de la crisis, pero que te tomen por tonto de manera sistemática pues, que quieren que les diga, al final acaba molestando. Y así parece cuando la que llaman Carta Magna hay veces que es más sagrada que una siesta en agosto, que se lo digan a Catalunya, otras se puede cambiar a pachas en menos que canta El sueño de Morfeo, que se lo digan al PSOE y al PP con su artículo 135, y en ocasiones, como la que ocupa, simplemente se pasa por el arco del triunfo electoral. No parece buen síntoma que tanto el sistema en sí como su solemne caligrafía constitucional se usen demasiado a menudo como parapeto para defenderse de la realidad en vez de para tratar de mejorarla. Tampoco es que resulte extraño ahora que el catecismo se eleve a la categoría de un máster en empresariales cuando desde la tele pública se anima vestir a las niñas con recato o a rezar a los parados y la propia ministra del ramo encomienda sus políticas de empleo a la Virgen del Rocío sin ni siquiera molestarse en saltar la verja.

Por tanto se puede colegir sin riesgo a equivocarse en exceso que la presión de Rouco está muy por encima del sentido común, del siglo en el que se vive y del sentir mayoritario de la sociedad que, como delatan los pulsos demoscópicos, repara poco o nada en la decisión individual de abortar y que, por supuesto, cree que para orar hay que ir a la Iglesia y para aprender al colegio. En síntesis, para no ser su reino de este mundo hay que ver el coñazo que dan en él. Claro que ese es su papel, digo el de las jerarquías pues el de la iglesia de verdad está en Entrevías al lado de quienes les necesitan. Más criticable es la complicidad de un gobierno cuyo BOE sí es de este mundo, así lo padecemos viernes tras viernes, y que se presta a estas groseras manipulaciones acaso para agarrarse al clavo ardiendo de ganarse en el cielo lo que todos estamos perdiendo en la tierra. Nosotros, aunque no queramos, nos lo ganamos a pulso con aguantarles. Ustedes sí que son una penitencia.

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