Dejar de ser quien eres

20/05/2013

Susana Ramírez.

Deseó estar lejos. En cualquier parte. Empezó a hacer la maleta. Tuvo que buscar en cajones olvidados. No sabía qué cosas llevarse. Encontró fotos que miró como tratando de encontrar a esa persona que un día fue, sin éxito alguno. Más tarde siguió buscando por casa qué llevarse, su maleta estaba a medias, fue entonces cuando encontró un pequeño cuaderno, una especie de diario que él mismo había escrito, de su puño y letra hacía ya algunos años.

Al principio dudó de si esa letra era de él o no. Más tarde supo que era suya, reconocía esas emes curvadas, esas eles caídas y esas jotas con el rabo muy largo. Deslizó la palma de sus manos por las hojas y en nada de tiempo se encontró inmerso en la lectura.

Se sorprendió mucho al leerse a sí mismo. En ese diario había cosas escritas que ya no recordaba, momentos vividos que habían pasado a esa parte de su cerebro, a ese cajón, donde se iban guardando y amontonando los momentos que ya no era capaz de recordar, y aquel diario le estaba ayudando a sacar todos esos recuerdos del cajón para volver  a revivirlos.

No tardó en darse cuenta de que estaba, sin quererlo, recomponiéndose, volviendo a ser, a base de leer su pasado, el que un día fue. Y precisamente se marchaba, preparaba sus maletas, porque no recordaba quien era. Su vida había empezado a carecer de sentido alguno, quería escapar de su vida, de una vida que ya no reconocía y en la que se sentía incomodo.

Tras varias horas de lectura, terminó el diario. La última página le hizo deshacer todas las maletas. Supo que tenía que quedarse en el lugar que estaba, y luchar por la vida que tenía y que tanto le había costado conseguir. El diario, todo lo que había escrito en el, le hizo recuperar la memoria y de este modo poder continuar con su vida.

En el diario había escrito, en letras muy pequeñas, el nombre de una chica. Una chica a la que hacía muchos años que no veía. Pensó que era buena idea escribirle algo. Así que cogió el teléfono, la buscó en su agenda, deseando que ella conservase el mismo número de teléfono. Le escribió un saludo en forma de mensaje de texto, y ella, al instante, respondió.

Él no sabía qué hacer, si reír o llorar. Solamente miró la maleta y miró el diario. Abrió el armario y decidió guardar dentro la maleta. Quedándose con el diario.

En ese momento supo quién era y por lo que quería vivir. Un pasado lleno de palabras le hizo recuperar el rumbo de su vida. Su pasado le ayudó a continuar en el presente para alcanzar un futuro desconocido. Era curioso, pero su pasado, su yo del pasado fue quien animó a su yo del futuro, a seguir con ilusión en el mismo camino.

Y todo gracias a las palabras que escribimos y dejamos escondidas en cajones olvidados.

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