Descubriendo Dublín

24/05/2013

Lucía Martín. Esta hermosa y accesible ciudad, capital de Irlanda, le recibirá como si no fuera un foráneo en sus calles. Cultura, conversación, buen ambiente y por supuesto, unas pintas, le están esperando en cualquiera de sus calles.

Dublín

Dublín

Había oído decir, antes de ir por primera vez a Irlanda, que allí llegabas a un bar y te podías sentar en cualquier mesa, aunque estuviera ocupada por gente que no conocieses, y que, a los pocos minutos ya te estaban dando conversación. Es cierto: la charla está asegurada entrando en cualquiera de los pubs de la capital, Dublín, o de cualquiera otra ciudad de esta hermosa y verde isla de apenas cinco millones de habitantes. Para ser un país del Norte, el irlandés se asemeja mucho al español, al latino: conversación animada, buen humor y mucha hospitalidad, nada que ver con sus vecinos ingleses, mucho más fríos.

Bienvenidos a Irlanda, una isla verde, de paisajes que cortan el aliento y de gente divertida, amante de las fiestas y de la cultura, de una buena pinta de Guinness y del buen rollo.

Irlanda es la calma del litoral, en pueblos bucólicos que no tienen que envidiar a la soledad del médico en aquella serie de Doctor en Alaska pero también, bullicio y vida por ejemplo, el de la capital, Dublín.

Hay dos lugares que se me antojan especiales en Dublín: el parque St. Stephen’s Green, que siempre está animado aunque llueva (hay que decir que el irlandés no para sus quehaceres por la lluvia, tan acostumbrado está a ella, de hecho, la mayor parte del tiempo no lleva ni paraguas) y la librería del Trinity College, donde podrías pasarte las horas dejando pasar el tiempo embriagado por el aroma que despiden miles de libros.

Dublín

Dublín

En Dublín no es necesario llevar coche, la ciudad, pequeña, puede recorrerse fácilmente a pie o en tranvía. El barrio de Temple Bar es territorio de turistas, sobre todo por la oferta de bares y restaurantes. Menos bullicioso es un paseo a orillas del río Liffey, una visita al castillo o a la prisión de Kilmainham Gaol, cuya escalera central reconocerán todos aquellos que hayan visto la estupenda cinta En el Nombre del Padre, y donde el visitante aprende sobre la historia convulsa de este hermoso país.

Otra visita ineludible, incluso aunque no te guste la cerveza, es la de la fábrica Guinness, toda una ciudad dentro de la ciudad y una institución en el país. Muy recomendable subir al bar de su último piso, a última hora de la tarde, para ver el atardecer y contemplar Dublín desde su estupenda panorámica. Tampoco hay que dejar pasar la visita a otra de las fábricas con más solera, la del whisky Jameson, donde se aprenderá todo lo que hay que saber sobre la elaboración de la bebida, amén de probarla, evidentemente.

Y lo que no debe faltar bajo ningún concepto es un buen concierto de música irlandesa, con su buena ración de violín (fiddle en inglés). Si además quiere acompañarla de oferta gastronómica, de bailes tradicionales y de un buen ambiente, no deje de visitar, en las montañas que rodean la capital, The Merry PloughBoy. Le costará no mover los pies y acabar saliendo a bailar al escenario e incluso acabará hablando con alguno de sus músicos, que llevan años tocando en este particular pub. Porque la conversación, al igual que la cerveza, son aquí patrimonio nacional.

Cómo llegar: Iberia Express o Air Lingus  tienen vuelos diarios a Dublín.

Más información: www.discoverireland.com/es/

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