Hablemos de Florentino Pérez

26/05/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Hablando de Mourinho hemos dejado de hablar de Florentino Pérez, que es más interesante. No es que tenga interés por ninguno de los dos; pero en cuanto a influencia sociológica, teniendo en cuenta la crisis y el tipo de ética –o de falta de ética- y de estética –o la carencia de estética- que nos ha llevado aquí, resulta notablemente más significativa la figura del todavía presidente del Real Madrid que la de su extinto entrenador. José Mourinho se ha destacado por su pericia malencarada, como ya hemos comentado, por esa cualidad del exabrupto, la provocación y la agresividad verbal que sólo busca el fin de su protagonismo, por más que lo enmascare de un afán de victoria.

Estas semanas se han seguido cargando las tintas con el portugués, que en el fondo es un provocador, tipo Leo Bassi, que como el clown italiano vive de tirar mierda a los demás con un ventilador, mientras el público, cubierto de excrementos, rompe en aplausos con algún silbido que luego es fagocitado por la masa sonámbula. Pero Mourinho no ha sido Mourinho, sino el hombre de Florentino Pérez, que ha llegado a tal identificación con él que debiera marcharse de su mano, haciendo las maletas hacia ninguna parte. Hombres como Florentino Pérez, con esa fijación por todo aquello que se pueda pagar, han tenido una influencia capital, y nunca mejor dicho, en la deriva social que ha vivido España en los últimos dos lustros. Así, lejos de proyectos deportivos continuistas, en sus dos etapas ha ido fichando toda una retahíla de entrenadores, después de haber echado, todavía incomprensiblemente, a Vicente del Bosque, que a la postre ha terminado siendo su técnico más laureado, con aquellas dos Copas de Europa.

Si hablamos de sus operaciones especulativas, podríamos referirnos a la más importante: la recalificación de los terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, convertidos en la ubicación de los cuatro mayores rascacielos de España. En esencia, como puede rastrearse en el libro Economía, Poder y Megaproyectos, editado por la Fundación Cesar Manrique con la coordinación de los profesores Federico Aguilera y José Manuel Naredo, en esos suelos, destinados a uso deportivo, se impulsó la idea de un pabellón olímpico, con un convenio muy favorable para el Real Madrid, cediendo para la nueva ciudad deportiva otros terrenos en Valdebebas, propiedad de terceros.

La licencia se concedió en precario: sin un plan aprobado, para que sólo se pudiera erigir una estructura desmontable. Pero se construyó con hormigón, presentando un aval por si había que derribar lo que ya era zona urbana consolidada. Una operación bendecida por el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, de las de antes, que tanto provecho dieron a la España asolada por grandes construcciones, hoy entre el abandono, el timo y el desahucio, llenando los bolsillos de los promotores y la banca.

Florentino Pérez no ha sumado nada al Real Madrid, pero el Real Madrid sí que ha sumado, mucho, a Florentino Pérez, que se mueve entre presidentes, como a él le gusta, hablando de grandeza y señorío, como si por mucho hablar de grandeza y señorío uno lo llevara pendiendo del ojal. Cada barbaridad que ha hecho Mourinho, como cuando agredió a Tito Vilanova, metiéndole cobardemente un dedo en el ojo, por detrás, amparado tras el tumulto, es responsabilidad directa de Florentino Pérez desde el momento en que, por esas faltas y otras, decidió no cesarlo. El dedazo, entonces, no fue sólo de Mourinho, marioneta final en manos más arteras, sino del constructor que, todavía, sigue despistando con su palabrería y un lenguaje épico que no le pertenece.

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