Aznar, Sálvame… de Luxe

27/05/2013

Germán Temprano.

Hay como mínimo una diferencia entre ese Cid que admira tanto Aznar y él mismo. Si el primero ganaba batallas después de muerto, el segundo, en el caso de hacer lo propio, lo hará en un estado de forma envidiable y con unos abdominales fabulosos. Otro cantar, nunca mejor dicho hablando de don Rodrigo Díaz de Vivar, es que el ex presidente logre alguna victoria política con su ‘Sálvame de Luxe’ particular o todo se quede en un espantoso ridículo. Porque así pareció que este hombre tan pagado de sí mismo se asome a una pantalla con objeto de participar a la ciudadanía que no le merecieron. Que su grandeza como estadista excede en mucho los límites de la lealtad a su partido, que por supuesto es él mismo como buen émulo de Luís XIV que es, rebasa las fronteras del mínimo respeto a su sucesor, más cuando le has nombrado con tu dedo divino, y, obviamente, no repara en nada que no sea ensalzarse a sí mismo con tanto desparpajo propio como bochorno ajeno.

Con excepciones, claro está, pues ya se sabe que hay quienes desde que Rajoy llegó al poder han tratado de hacerle tantas camas como para poner un albergue. No es que a uno le desvelen estas intrigas internas, pero delatan que en un país con casi cuarenta años de Dictadura erradicar el caudillismo se antoja tarea compleja. Atribuirse la creación de millones de empleos, emparejar de forma mimética la prosperidad con uno mismo o autoproclamarse salvador de la patria si así se lo requiere apesta a naftalina. Y, por supuesto, para esos aromas nunca han faltado en este país palmeros aunque, eso sí, anden muy liados con ese cursos intensivo de bolillos. Y es que mira que hay que hacer encajes en portadas y tribunas para demostrar que se puede querer a dos presidentes a la vez y no estar loco. Que se lo pregunten a Botella.

De momento, será porque dicen que la distancia es el olvido y levitar por encima de los mortales aleja mucho, lo que no dijo el señor Aznar es que le guste o no, y es evidente que no le gusta un pelo, cuando él era el máximo responsable de su partido se urdió una red de chanchullos al calor de las Administraciones del Partido Popular. Que, por mucho que insista, es difícil de entender que estos individuos hoy en el trullo te regalen más de 30.000 euros en bombillas para la boda de su hija  cuando, normalmente, el ciudadano de a pie, como mucho, incluye en la lista una lámpara de araña o un flexo. Que, y ahí sí hay que darle la razón, hay personas muy poco recomendables como Berlusconi y que, por tanto, a nadie se le ocurriría, salvo a él, invitarle al sarao escurialense y hacerle firmar como testigo. Quién les ha visto y quién les ve.

Y por último, y sin ningún afán de minusvalorar la portentosa gestión de este hombre, recordar que en esos tiempos de vacas gordas la bonanza económica generalizada ayudaba lo suyo. Lo que no ha colaborado, más bien todo lo contrario, es una Ley del Suelo que a él se debe que permitió construir viviendas con los sencillos requisitos de tener un pequeño terrenito, comprarte una pala y unos cuantos ladrillos. España se llenó de albañiles, pisos y, principalmente, especuladores y espabilados. Cuando estalló la cosa los albañiles se fueron al paro, pero se ve que los espabilados aún siguen en activo.

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