La forma que tuvieron de terminar la jornada los mercados americanos es de esas que no me gustan nada y lo peor es que tuvieron sus razones para terminar asi.

Me explico. La sesión discurría plácidamente al alza en ese estrecho margen que últimamente se conceden los inversores cuando dos noticias vinieron a trastocar el escenario. Primera y peor: el Tesoro ha tenido que subir los tipos de interés de su última subasta del año (bonos a siete años) hasta niveles desconocidos desde el pasado mes de abril, cuando la crisis europea apenas si empezab a a leerse entre líneas. Segunda y creo que coyuntural: empiezan a aparecer estimaciones de lo dejado de ganar por los comercios como consecuencia de la ola de frío que ha azotado a Estados Unidos y los números son abrumadores.

Con estos dos ingredientes puestos en el caldo, los índices se guisaron un final de sesión de caídas hasta los niveles del comienzo de la jornada y si terminaron en positivo es, según mi leal saber y entender, porque había poca gente en la «salsa» de mercado, que son jornadas navideñas y el volumen tampoco es que sea nada del otro mundo. En un día normal, lo lógico hubiera sido que los índices volvieran al rojo y no pararan su caída antes del cierre.

Por todo ello, nos quedaremos con lo positivo, pero empiezo a no confiar demasiado en nada. Ya no hay quien tire del mercado al otro lado del Atlántico y eso siempre es un problema de consideración. Al final, el Dow avanzó un raquítico 0.09%, el Nasdaq Composite un 0,15% y el S&P 500 un 0,10%. Con otro perfil de sesión, estos resultados me harían feliz, pero con el que se produjo me tiemblan un poco las piernas.