Entre el INEM y la venta de armas

05/06/2013

Luis Díez.

A falta de pleno en el Congreso de los Diputados, como corresponde a la primera semana de cada mes, la actualidad parlamentaria pasa por la euforia del PP ante el aumento de la contratación temporal y a tiempo parcial en el mes de mayo: 98.000 parados menos. Y también pasa por la buena salud de la exportación de armamento, es decir, de material de defensa y ofensa, y de doble uso, militar y civil.

Sólo unos breves apuntes al hilo de la euforia gubernamental sobre el empleo. ¿Cómo es posible que el Servicio Público de Empleo sólo haya intermediado en 22.000 de los 13 millones de contratos registrados en 2012? La pregunta la formula Rosa Díez por escrito a la ministra de lo que no hay, Empleo, Fátima Báñez. ¿De qué sirve el INEM a los demandantes de empleo? A juzgar por los datos, de nada y menos. Por eso los jóvenes y las mujeres sin empleo ya no se apuntan. Y otra pregunta, también de la dirigente de UPyD: ¿Cómo se explica que la ministra de lo que no hay haya dicho que su colega Alemana Von der Leyen nos garantiza 5.000 empleos de aprendices en su país y luego el comunicado oficial del Ministerio de Trabajo alemán no garantice nada a los españoles y diga que los 30.000 aprendices que necesita su economía son para los jóvenes de todos los países de la UE que quieran optar a ellos?

En resumen, que tampoco para que le contraten a uno de aprendiz en Alemania sirve el INEM o el llamado Servicio Público de Empleo. Más vale acudir a los consulados del país germano a enterarse de las oportunidades que ofrecen, los salarios que pagan, los horarios laborales y otros detalles sobre los sectores de aprendizaje, incluido el del pujante desatasco de alcantarillas y limpieza de lechos y cauces fluviales ante las inundaciones y el cambio climático.

Aunque gases tóxicos y cenizas sean el habitual producto del volcán de la política, el ministro menos político del Gobierno de Mariano Rajoy, el titular de Defensa, Pedro Morenés, sigue dedicando sus mayores esfuerzos a la defensa del sector del armamento, del que procede. Y a sus buenos oficios y a la agresividad empresarial del sector hemos de atribuir la exportación de material de defensa por valor de 1.953,5 millones de euros en 2012. La cifra es un 19,6% inferior a la del último año del Gobierno de Rodríguez Zapatero, debido a la finalización de los contratos de buques con Noruega, pero supera en más de 800 millones de euros a la de 2010.

Las explicaciones del secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, a la Comisión de Defensa y el informe correspondiente indican que Australia, con 505,7 millones de euros, sigue siendo nuestro principal cliente en buques de guerra, submarinos y bombas de aviación, seguida de Reino Unido, con 184,8 millones en piezas para el avión de combate europeo EF-2000, para el A-400 de transporte militar, helicópteros Tigre y misiles. Le siguió Venezuela, con la compra de una corbeta de vigilancia costera y de bloques para la construcción de un buque de vigilancia naval por valor de 182,4 millones.

El Gobierno –y Morenés especialmente– confía en conquistar el mercado de la península arábiga (Arabia Saudita y los Emiratos) para los hummer ibéricos, esos todoterreno que llevan nombre del toro prehistórico que pastaba en Europa (Uro) y se fabrican en Galicia y para nuestras fragatas con tecnología estadounidense. Si además les colocásemos los carros de combate Leopord, pistonudos para el desierto, los beneficios y la carga de trabajo para satisfacer la demanda en esa explosiva zona del planeta en la que Arabia Saudita e Irán, sunitas y chiitas, siguen empleando la renta de su petróleo en armarse hasta los dientes, estarían garantizados para los años venideros.

De ese comercio mortífero siempre se podrá decir lo que hace un siglo escribió Rafael Barret: si no mata por explosión, matará por hambre. Para evitar lo segundo y prevenir lo primero, hace veinte años, en un ataque de dignidad, el Congreso de los Diputados aprobó una resolución por la cual España no vendería armas a los países que empleen mayor porcentaje de su PIB en defensa que en sanidad, enseñanza y asistencia social. Pero pasada la fiebre, se olvidó la norma y hasta los más idealistas decían: “Si no les vendemos nosotros, les venderán otros”. Ergo, en la pragmática idealidad perseveran.

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