En la desarrollada Europa en muchas ciudades españolas se pasa hambre. Muchos niños acuden a la escuela con el estómago vacío y no basta el esfuerzo que hacen las entidades sociales y algunos ayuntamientos (con la colaboración de no pocas empresas) para darles al menos una comida al día. Pero ¡ay!, ahora vienen las vacaciones y peligra incluso esta comida.

Si unos padres no pueden alimentar a sus hijos no hace falta mucha imaginación para describir su dieta alimenticia. Entonces no es extraño ver a personas que no ha mucho eran de la clase media removiendo los contenedores, esperando ante los supermercados que saquen sus desechos o haciendo cola ante unos desbordados centros asistenciales. Además hay una sociedad doliente que por pudor esconde sus carencias en la intimidad y otra que por no poder pagar los medicamentos deja de acudir a la sanidad pública.
Esta es el retrato de la España de hoy sin que sus dirigentes se sientan avergonzados. Unos lamentan que las protestas perjudiquen nuestra imagen internacional, otros intentan esconder el paro juvenil invitando a emigrar y aún hay quien califica de terrorista a quienes luchan contra estos dramas humanos.

Ya preparan nuevos recortes. Unos impuestos por las autoridades europeas y otros culpando a las autoridades europeas para aplicar unas políticas que benefician a unos sectores muy concretos y perjudican a la gran mayoría.

Los casos de corrupción, en esta situación, son más sangrantes pero no parece afectarles. Se aferran a una presunción de inocencia que no se resolverá hasta dentro de unos años para no tomar medidas y como la mejor defensa es un buen ataque, las querellas y contraquerellas están en el orden del día.

Mientras en España, miembro de la civilizada Europa, muchos niños (y no sólo niños) pasan hambre en pleno siglo XXI..