Tenemos que pedir al 2011 una nueva mirada, un vigor nuevo. Tenemos que inventar algo antes de que el futuro nos invente a nosotros, porque lo hará fatal. Es como esperar que las cosas mejoren: perece muy difícil que suceda. Es como desear que la clase política, entre sí pero también en su propio orden interno, busque el bien común del ciudadano: tampoco va a ocurrir, aunque a veces existan los milagros. Tengo la impresión, y creo que no es mía únicamente, de que la distancia entre los políticos y los ciudadanos nunca se ha abismado tanto como ahora. Existir, siempre ha existido. Pero el divorcio nunca ha sido tan real, tan extendido, tan variopinto y tan abarcador, porque ahora impregna a todos los partidos, y es una molicie correosa que nos llena los ojos de mañana de fango, de la peor desesperanza que es posible sentir: la que no tiene puertas.

Hoy vivimos sin puertas. En la peor época de Aznar, que fue la última, pensábamos que no podía existir nada peor. Seguramente entonces teníamos razón –la invasión de Iraq, aquella prepotencia que tenía hasta un punto hortera, como hoy seguimos viendo-, pero luego hemos comprobado que sólo en una parte. Nunca se tiene la razón del todo, especialmente en política, con los tiempos que corren y la degradación veloz que nos asola. ¿Vendrá un día en que digamos: “Bibiana Aído, Soraya Sáenz de Santamaría, Zapatero, Rajoy, aquéllos sí que eran políticos”? Por disparatado que parezca, puede ser que sí. Porque vamos a peor. Cuesta abajo y sin frenos. Y también las economías domésticas, con sus pequeños presupuestos diarios, van cada vez peor, mientras asisten al espectáculo de la guerra externa, y de la guerra interna, de los partidos políticos, como si los grandes asuntos los hubieran dejado para los periodistas.

Esos grandes asuntos. Los dos grandes partidos, secundados también por Izquierda Unida y los nacionalistas, debieran ya de haberse blindado ante la crisis. Ahora lo importante es salir de ella, y cuidar de la gente. Los titulares ya no pueden ser las pequeñas contiendas personales. Pero si no sucede dentro de unas siglas, si las guerrillas siguen en grupos de poder dentro de los partidos, cómo vamos a esperar que se unan entre sí por nuestro bien. Una nueva mirada, un vigor nuevo. No es un mal deseo en 2011. Una gente con altura verdadera, y pureza social.