Tom y Jerry se necesitan

26/06/2013

Luis Díez.

Los dos principales actores de la escena política, Rajoy y Rubalcaba, se pusieron a jugar al ratón y al gato. El primero ni siquiera acudió, la tarde del martes, a votar en el pleno del Congreso el acuerdo con el que casi todas las fuerzas políticas, el 83,43% de los diputados para ser exactos, respaldaron la posición que deberá llevar a la cumbre semestral de la UE para incentivar los estímulos financieros al emprendimiento y la creación de empleo y acompasar la reducción del déficit a las posibilidades del país. Era el primer pacto político y el más relevante en año y medio de legislatura con el paro desbocado y la austeridad a machamartillo, y Rajoy ni siquiera lo votó, lo cual demuestra el entusiasmo con el que lo defenderá en Bruselas.

El texto, dicho sea de paso, no contiene ninguna medida extraordinaria que no haya sido previamente aceptada por la Comisión. Ni siquiera los bonos-proyecto del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para la financiación de las pymes, los autónomos y la I+D+I que afinaron en sus enmiendas los nacionalistas de CiU y PNV para sumarse al acuerdo junto con la UPyD de Rosa Díez constituyen especial novedad y todo depende de que la señora Merkel acepte la ampliación de la aportación de los Estados desde los 30.000 millones de euros de capital social del BEI a los 60.000 estimados por Francia y los países del sur. Los demás puntos del texto, como el avance de la unión bancaria, fiscal, la preservación de los derechos sociales, de la sanidad y la educación públicas y el reforzamiento del papel de los sindicatos, son reiterativos y meramente declarativos. La petición de iniciar las negociaciones con EEUU para crear el mercado común trasatlántico merecerá atención especial a partir de septiembre.

En consecuencia, se puede y se debe afirmar que el esfuerzo de Rajoy en defensa del acuerdo ni supone un giro socialdemócrata como ha sugerido Elena Valenciano ni requiere grandes dotes negociadoras. Nada más hay que ver el ajuste enviado por el Gobierno a Bruselas para saber que, pese al nuevo margen temporal en la reducción del déficit público, la poda en educación, sanidad y dependencia seguirá su ritmo este año y el próximo hasta alcanzar los 3,5 puntos del PIB comprometidos. Quitar derechos a los que menos tienen ni es justo ni progresista ni, mucho menos, socialdemócrata precisamente. Y aun admitiendo que la Troika y la señora Merkel han hecho mucho daño y que, como decía el economista y diputado del PNV Pedro Azpiazu, con políticas de austeridad únicamente no se sale de la crisis, el gobernante Rajoy acepta con gusto el dogal y ni siquiera envió a sus ministros del área económica a escuchar el debate sobre el “pactillo”.

En cambio, Rubalcaba defendió ante los suyos el acuerdo, les ordenó asistir al pleno y siguió la sesión atentamente. Cierto es que a la hora de votar, 12 de los 110 diputados socialistas no estaban en el hemiciclo. Si Rubalcaba, promotor del acuerdo, esperaba que Rajoy aceptara la foto unitaria con CiU, el PNV y UPyD, o foto anticrisis, de la quedarían excluidas las formaciones que como IU, ERC y otras andan incrustadas en las mareas sociales y en las fuerzas de la indignación, se quedó con su deseo sin destino. El ataque de mal humor por la ausencia de Rajoy, llevó al dirigente del PSOE a pagarle con la misma moneda.

En vez de acudir a la sesión de control, Rubalcaba encargó a Elena Valenciano que formulara su pregunta a Rajoy y ésta delegó en la portavoz Soraya Rodríguez. El juego entre Tom y Jerry debió parecer muy divertido a los protagonistas del bipartidismo menguante. Por lo demás, la pregunta de Rodríguez a Rajoy, recordándole los sobresueldos o “sueldazos como el de Floriano” entre los dirigentes del PP, en contraste con los recortes de las becas y con la carrera de obstáculos de la nueva ley educativa, siglada LOMCE, para llegar a la universidad, fue una repetición suave de la que había formulado la semana anterior y no conmovió a Rajoy.

Aparte una pregunta de Cayo Lara al ministro de Industria pidiéndole que haga algo para evitar la destrucción del empleo en la industria, donde ya llevamos casi 800.000 despidos, y de la respuesta de éste afirmando que sin la reforma laboral, la industria de la automoción también se habría ido, el pleno verificó aquella fábula de Esopo que Samaniego tradujo al castellano: “Cierto -dijo el ratón en su agujero-: no hay prenda más amable y estupenda que la fidelidad; por eso quiero tanto al perro perdiguero”. El gato replicó: “Pues esa prenda yo la tengo también”. El ratón torció el hocico y contestó: “¿Cómo? ¿La tienes tú…? Ya no me gusta”. Y cual Rajoy, no se dejó atrapar. Al fondo, el otrora ZP y actual consejero de Estado prorrumpía: “Se necesitan, Tom y Jerry se necesitan por el bien de España”. (Las comillas son mías).

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