Deme una bequita por caridad

01/07/2013

Germán Temprano.

No es fácil dejar de conmoverse ante el celo que últimamente gasta el Gobierno en defender el dinero público. Por lo menos la parte que más redunda en que los ciudadanos sin posibles y con un coeficiente intelectual infinitamente más escueto que el de Wert puedan licenciarse más allá de si se apuntan voluntarios a la Legión. Por ejemplo en la Universidad. El énfasis que pone el ministro en remarcar que las becas proceden del bolsillo de casi todos y, por tanto, implican un denodado esfuerzo bien podría aplicarlo también, un ejemplo entre miles, al sueldo de las senadoras y senadores. También procede de los impuestos del contribuyente, que se sepa no piden nota media para acceder y tampoco se sabe de ninguna señoría que se haya pasado el verano hincando codos para prepararse una proposición en Pleno.

Que el titular de Educación, que ya hay que tener mucha para morderse la lengua ante sus provocaciones, introduzca en la misma frase becas y limosnas delata que el origen del conflicto tiene más que ver con la justicia social que con el déficit de las finanzas. Es un problema de clasismo y eso que, para no contagiarse de la zafiedad del vulgo, han proliferado esas universidades privadas en las que, mientras los papis acoquinen, puedes repetir curso y flan en la cafetería cuantas veces se te antoje. Es posible que sobren alumnos en las facultades, pero seguro que lo que sobra es pagar, también con dinero público, por cierto, a alguien que hace de la arrogancia bandera.

Me es inverosímil, que decía uno de mi barrio con cuarto de hora de bachillerato, que el señor Wert sea o no un brillante sociólogo o un mediocre medio pensionista. Lo que de verdad importa es que sepa que, en ejercicio de su cargo, está obligado a negociar antes que a imponer aunque sólo sea para evitarse el espantoso ridículo de envainarse sus notas medias y tragarse su orgullo todo por el mismo precio. No digo que el partido que le sustenta no esté acostumbrado a los bochornos ya sea en directo o diferido, pero, como será la cosa, que hasta en el propio PP muchos digieren a Wert peor que a un polvorón en pleno julio. Aunque, para ser justo, este espíritu de velar por el dinero público como si de verdad les importara ha creado escuela.

De momento, este pasado fin de semana, que debería librar Pons de sus bolos dialécticos, ha sido la propia Cospedal quien ha clamado que no se puede vivir en la cultura de la subvención permanente. Y eso lo dice la secretaria general de un partido que, en plena crisis, se lleva unos 120 millones de euros de dinero público a los que hay que sumar unos cuantos más que sirven para regar los inconmensurables intelectos que florecen en FAES. En cuanto renuncie a este pastizal seguro que se siente muy aliviada. Y nosotros más.

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