La corrupción no figura como amenaza a la democracia

11/07/2013

Luis Díez.

Esta segunda semana de julio, entre el asueto y las vacaciones parlamentarias, ha sido elegida por el Gobierno para llevar a la Comisión Constitucional del Congreso la llamada Estrategia de Seguridad Nacional. Se trata de un documento pactado con el principal partido de la oposición, el PSOE, que contiene muy pocas novedades sobre el que elaboró el Ejecutivo anterior de Rodríguez Zapatero y coordinó el exsecretario general de la OTAN y antiguo mister Pesc, Javier Solana Madariaga. Se comprende, por tanto, que pasara más desapercibido que un espía en el metro de Moscú y que, según comentó el exjefe del gabinete de Zapatero y actual diputado, José Enrique Serrano, los socialistas no tuvieran inconveniente en dar su visto bueno.

La principal novedad es la creación del llamado Consejo Nacional de Seguridad, que se reúne por primera vez este jueves, san Benito, bajo la presidencia del Rey. Se trata de órgano que viene a sustituir a la comisión interministerial para situaciones de crisis y que será convocado y presidido por el presidente Mariano Rajoy cuando lo estime oportuno y en el formato que considere necesario para dirigir las operaciones frente a las amenazas, catástrofes, guerras y desastres. Por tanto, cuanto menos se reúna, mucho mejor.

Después de la exposición que realizó el jefe del gabinete del presidente, Jorge Moragas, a la sazón responsable también de la política exterior del PP y joven exdiputado y diplomático famoso por sus percances en Cuba y caracterizado por su mochila al hombro, todos los grupos parlamentarios, incluido Amaiur, al que la Cámara sigue negando el derecho a contar con grupo propio, en una interpretación torticera e injusta del reglamento y la ley electoral, comprenden que debe haber una política de Estado frente a las acechanzas a la seguridad y a la democracia. Sin seguridad no hay libertad, del mismo modo que sin condumio no hay democracia. Estamos ante el primer escalón de la pirámide del famoso judío Maslow o, si lo prefieren, ante el “primun vivere de in de philosophare” del adagio romano.

Resulta muy difícil –decía el viejo profesor Tierno Galván cuando hacía campaña para la alcaldía de Madrid– pedir a la gente que carece de una vivienda digna, que vive en chabolas, que no tiene trabajo y no puede dar de comer ni escolarizar adecuadamente a sus hijos, que vaya a votar. Lo lógico es que la pobre gente, que antes se cifraba en un tercio de la población española y ahora en más por efecto de la crisis financiera y económica, no se crea las promesas de políticos trileros y les mande a Malaborque, el lugar del infierno de Dante al que van los que cometen fraude, y no acuda a votar.

Y aquí enlazamos con las palabras de Gaspar Llamazares a propósito de la Estrategia Nacional de Seguridad: “¿Por qué no elaboran una estrategia nacional de solidaridad y la traen a esta Cámara?” Si somos capaces de establecer estrategias contra la amenaza terrorista –de ETA sólo dicen que ha sido derrotada–, contra los “lobos solitarios” yiadistas, el crimen organizado, la inmigración irregular, el ciberterrorismo y así hasta 12 amenazas, por qué razón excluyen la principal amenaza de fondo, la injusticia social y global, de esa estrategia de seguridad. Y puesto que renuncian a una visión comprensiva, por qué causa o razón excluyen la especulación financiera que amenaza la estabilidad de los Estados y la corrupción, que amenaza a la democracia, de esa Estrategia Nacional de Seguridad. Cuando los estrategas huyen de la realidad, sólo valen para confirmar la distancia entre la realidad y la insaciable oficialidad.

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