El príncipe va a la caña del barco de regatas de la Armada, Aifos -Sofía al revés-. Un barco de los llamados TP-52, al que trata de sacar todo lo que puede dado lo anticuado que se ha quedado.

Si el primer día en el que participaba el príncipe, le llevaron al campo de regatas en lancha sin pasar por el embarcadero del náutico, para el segundo sí que hizo la entrada como Dios manda, llegando solo conduciendo su C-Max azul oscuro, con su mochila y las abarcas menorquinas de color beige.

Con un escueto «Buenos Días» y sin contestar si se quedaría hasta el final de la regata, se subió al barco que ya le tenían todo preparado y levaron anclas en cuanto se cambió las abarcas por unas deportivas.

Aunque la presencia de la reina, las infantas y la princesa le da mucha vidilla y repercusión mediática a la regata, lo cierto, es que cada año son más reticentes a dejarse ver por el náutico o siguiendo la competición.