Siempre nos quedará el Peñazo de Gibraltar

05/08/2013

Germán Temprano.

No es que la noticia pasara desapercibida hace apenas un mes pero sí que no se valoró tal y como merecía. La exención de Montoro al alquiler de yates ya apuntaba esa sensibilidad social que el chapapote del caso Bárcenas solapa de manera clamorosa e injusta. No faltará quien piense que, tal y como está el patio económico y laboral, suerte tendrá la familia que pueda ocupar la casa del pueblo de los abuelos para decir a la vuelta que ha tenido algo parecido a unas vacaciones. Mas don Cristóbal, un adelantado a su tiempo, optó por beneficiar a ese colectivo ciudadano que acostumbra a aparcar el velero en Ibiza para ir luego a Menorca a tomarse la penúltima ¿Quién no lo hecho alguna vez?

En sintonía con estas demandas sociales de primer orden, que los barómetros del CIS no acaban de detectar, la cuestión de Gibraltar cobra de nuevo rabiosa actualidad, que se decía antes. Hace tiempo que el Peñón pasó a ser peñazo. Un recurso muy a mano para que, con el insecticida del patrioterismo, se intente despistar al personal sobre la tozuda realidad. No se descarta que en esta espiral del conflicto se llame a consultas a Trillo, no tanto en su calidad de embajador de España en Londres como en la de ideólogo y hacedor de esa simpar hazaña española que fue la toma del islote de Perejil.

De momento alguna portada ya brama contra la pérfida Albión, origen, puede que remoto pero en todo caso origen, del paro, la crisis y la corrupción. A día de hoy incluso por encima de Zapatero. Mientras se debate si se permiten o no los tatuajes en el ejército al calor de esta afrenta (ya se sabe que un legionario con un ‘amor de madre’ en el antebrazo impresiona mucho más) se cuela de rondón, por ejemplo, otra vuelta de tuerca a la reforma laboral que, oh casualidad, facilita aún más los expedientes de regulación de empleo. Esto es posible que a los monos gibraltareños les importe poco, pero es más que posible que a muchos trabajadores de La Línea hacia arriba mucho más que estas pantomimas confeccionadas a base de banderas, himnos y testiculina.

Ya es complicado, con el bagaje que tiene uno después de ser tantos años español, sentir vergüenza ajena por algo. Más aún en la vorágine de ese caso Bárcenas en el que el autor de los cariñosos mensajes al evasor reprocha al jefe de la oposición preocuparse más por el ex tesorero que el mismo. Y todo ello aderezado por los aplausos y aullidos de esa bancada de hooligans más desvelados por no perder el cargo que porque los ciudadanos sepan la verdad. Hasta ahí podíamos llegar. Y que no se nos ocurra preguntar más de la cuenta no vaya a ser que con la tontería vuelvan a repescar a los Tercios de Flandes.

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