El príncipe Felipe hizo pellas el último día de regatas de la 32 Copa del Rey Mapfre de Vela. Cierto que el rey ha «abdicado» la Copa en el príncipe pero la familia es importante. Así que el sábado con la llamada “lancha” Somni puso rumbo a la isla de la Cabrera y a sus 19 islotes protegidos, con el objetivo de despedir a los hijos de la infanta Cristina. Los Urdangarín Borbón abandonan la isla y don Felipe quería navegar y bañarse con ellos como el tío bueno que es.

Casualmente, esa misma mañana antes de las dos, apurando la hora de cierre del mercado de Santa Catalina en el centro de Palma de Mallorca, la infanta Pilar se tomaba tranquilamente su cervecita en el bar Joan Frau, antes de hacer la compra de fiambres en la Anselma, que es el puesto justo enfrente. Compró su sobrasada mallorquina, su botifarrons de matanza extra y el paté porque las aceitunas verdes, ligeramente fuertes, que son las que le gustan, fueron a la bolsa como regalo de la Anselma. Ese céntrico mercado siendo muy popular, es muy regio porque según me iba me topaba en el mini puesto de marisco hervido con el responsable de prensa de la Casa Real, dando buena cuenta de las viandas locales.

Por la tarde, en Ses Voltes, debajo de la catedral, el príncipe llegaba inéditamente puntual, sin más compañía que las de las autoridades locales, a entregar los trofeos de la que dicen ha sido la mejor edición de las 32 Copas del Rey Mapfre de Vela porque han participado 120 barcos, de 24 países diferentes y en ocho categorías de competición.

Yo estaba con tres periodistas decidiendo si le abordábamos o no y como se le veía relajado hablando con toda la marinería, me pusieron por delante para que abriera fuego; “Duerto, venga que tú no te cortas”. Claro, me dicen eso y me vengo arriba como un Miura. Con las mismas, me eché a mis espaldas la responsabilidad de sacarle unas declaraciones al príncipe con vocación de servicio, para que luego, ustedes y los lectores de mis colegas, tengan las respuestas a las incógnitas de estos días de escasa presencia “real”.

Hago el abordaje con cortesía; Señor, queremos saludarle como todos los años y hablar con usted un ratín; “Sí, por supuesto aquí estamos”. Comienzan las presentaciones, a las dos damas les planta dos besos y al caballero un apretón fuerte de manos. Como a mí, que ejerzo de portavoz, no me da besos se los pido. Yo también quiero dos besos. ¿Puedo?; “Claro cómo no, pero cuidado que pincho con la barba”. No se preocupe “esos pinchos me gustan”.

Hechas las presentaciones, nos metemos en faena. ¿Hasta cuándo se quedarán en la isla? (No se lo piensa ni dos nanosegundos); “No lo sabemos todavía. Yo desde luego tengo que viajar a Paraguay a la toma de posesión el día 13, así que estaremos en la cena a las autoridades el día 6 asi que hay tiempo hasta el 13 que me voy a Paraguay”.

Aunque estábamos tocando el espinoso asunto de las vacaciones y más con mi precedente del famoso “¿Pero esto son vacaciones? Que me soltó la princesa hace un par de años, tengo que reconocer que el príncipe se mantuvo sonriente, tranquilo y no hacia ningún amago de me están esperando, que es lo habitual cuando se siente incómodo. Toca insistir; ¿Pero regresarán a Mallorca, después de la visita a Paraguay? “Eso no lo sabemos todavía, queda tiempo aún”.

Un tercer round creo que habría sido inútil. Cambio de tercio. ¿Cuándo van a empezar las infantas como sus primos a navegar? “No hay forzarlas, eso es como vengan. A mí me gustaría que se aficionasen pero sin obligarlas aunque como lo han visto en casa eso ayuda”.

Con el tema de la niñas se le ve a gusto de ahí que sigamos ¿Pero ayer, les daba envidia de sus primos cuando recogían sus diplomas? “Todavía no me han dicho nada, no me lo han contado. No sé”.

Como el día anterior habíamos visto, después del anuncio de Froilan por megafonía; “Hay merienda, Viva España, Viva el rey”, a Leonor y a Sofía en la escuela de vela, felices lanzándose al cuenco de las patatas fritas, que debe ser que se las tienen muy controladas, daba pié a comentar el típico estirón de verano. ¿A Sofía se la ve muy parecida a la hermana, cuánto mide ya? “Están ya las dos más o menos igual de altas se llevarán unos dos o tres centímetros”.

Y cuando ya, se notaba la presión del resto de invitados que querían también abordar al príncipe, le tuve que soltar La Pregunta, el trending topic, la que llevaba cinco días escuchando; Disculpe pero le tengo que hacer La Pregunta. La más repetida, la que no encuentra respuesta e igual le incomoda; ¿Por qué no ha venido la princesa? Silencio….Pone esa sonrisa dulce, mira fijamente a los ojos y contesta con una retranca parecida a la de su padre; “Precisamente alguien se tiene que quedar con ellas”. En ese momento, una de mis colegas se lanza; Pero tienen una súper abuela estupenda; “Por eso mismo, tiene que ayudarla con los nietos, lo mejor es quedarse en familia”. Insistimos. Pero le hemos visto muy solo en el escenario entregando los trofeos; “Llevo ya dos años viniendo solo y por lo menos, conmigo hay alguien de la Casa, que es lo importante”.

Con este ratín, en el que no dijo nada y lo dijo todo, nos compensó por las largas esperas, la descoordinación informativa, el no decir y el decir a unos.  No cuesta nada hacer lo que hizo don Felipe que debería ser normal y habitual. Lo que no se entiende es la aptitud de su esposa, cuando en una familia lo están pasando mal lo normal es apoyar y prestar el hombro. Una hora y cinco minutos de “exposición mediática” no parecen un sufrimiento excesivo. A las 22.05 el príncipe se iba, acompañado por las autoridades locales. Letizia le esperaba para cenar fuera de palacio.