El ojo que todo lo ve: Rubalcaba

15/10/2010

diarioabierto.es.

En las últimas semanas no dejo de escuchar con insistencia en diversos foros y de leer en los medios, algo que siempre ha circulado por ahí como leyenda urbana, o no tan leyenda: que don Alfredo conoce al dedillo la vida, obra y milagros de cada cual, que el país entero es su gran hermano particular, que Rubalcaba es el ojo que todo lo ve.

Dicho así, me ha venido a la cabeza la imagen del Señor Oscuro de Mordor, Sauron, magníficamente recreado por Peter Jackson en la trilogía de “El Señor de los Anillos”, como ese gigantesco ojo sin párpado que sobre la cima de la Torre Oscura observa la partida de sus devastadoras tropas, mezcla de horripilantes criaturas como los sanguinarios orcos, los temibles trolls o los demoníacos nazgul alados.  Hasta el momento de dirigir la madre de todas las batallas, Sauron se encontró desprovisto de gran parte de su poder tras la pérdida del Anillo Único, por lo que se dedicó a actuar desde la sombra, con cautela y sin mostrarse abiertamente a sus enemigos mientras  ideaba letales estrategias y organizaba grandes ejércitos, con el fin de derrotar a los buenos, pero sobre todo, de recuperar el Anillo de Poder. Esto, leído tal cual, podría incitar a deducir que recreo una metáfora con muy mala uva, pero líbreme Dios, sólo estaba rememorando uno de mis finales cinematográficos favoritos: el momento en que la bestia es derrotada tras 557 minutos de metraje gracias a la tenacidad, el esfuerzo y el valor de dos pequeños personajes que anteponen el sentido del deber o la lealtad por encima hasta de su propia vida.

{destacado}Pero las continuas advertencias “él podría levantar la caja de los truenos, posee la llave para enviar al ostracismo perpetuo a casi todos los poderosos del país, bla, bla, bla…” tienen más visos de séptimo arte futurista que de combates épicos de edades legendarias. La rumorología popular da a entender que Rubalcaba dispone en las instalaciones de los servicios de inteligencia de una especie de laboratorios -y no precisamente destinados a la investigación química, disciplina de la que él es Doctor- al estilo de “Minority Report repletos de tecnología punta y toda la parafernalia más vanguardista para desentrañar los más jugosos momentos públicos o privados de cada españolito -¿se imaginan 46 millones de minuciosos dossieres? ¡Qué pereza!- obviamente, engordando con esmero los de quienes le pueden dar guerra en las urnas. Gigantescas bases de datos en sus archivos informáticos que al teclear “fraudes fiscales”, “blanqueo de dinero”, “chantajes, prevaricaciones y cohechos varios”, “corrupción urbanística”, “orgías de entrenalga” o “maniacos sexuales con bragueta compulsiva”, escupen decenas de nombres, fotografías, vídeos, documentos comprometedores, conversaciones sin desperdicio, sms muy ardientes y hasta mms pornográficos… Entre medias, al tío le da tiempo a dirigir el Ministerio del Interior, manejar los entresijos de su partido y no sé cuantas cosas más: un fenómeno. Y es que con tal cantidad de parias ocupando sillones públicos, prefiero a los que desbordan astucia e inteligencia, aunque casi todos le tachen de maligno cuanto menos.

Yo no creo ni una sola palabra de esta histeria colectiva que se apodera de las tertulias madrileñas con mayor brío por cercanía de elecciones, ya que de existir máximo celo por parte del Ministro en investigaciones ajenas y destinar tantos recursos humanos económicos, materiales y técnicos a tales menesteres, se centrarían en la seguridad nacional, la lucha contra el terrorismo o en capturar con premura a todo delincuente que pudiese suponer una amenaza para los ciudadanos de bien, es decir, la mayoría. De las conductas sexuales que no tuviesen que ver con violaciones, tráfico de mujeres, pederastia o pornografía infantil ni hablaríamos. Y por supuesto, al menor atisbo de delito, se actuaría de inmediato, realizando los trámites legales pertinentes sin esperar al momento más oportuno para ciertos intereses partidistas.  ¿Verdad señor Rubalcaba?

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