Desconozco si el señor presidente o sus asesores han sopesado lo suficiente que algunas de sus propuestas sobre las pensiones suponen un acicate para la explotación infantil. En la coyuntura actual, y me temo que en la venidera, sólo si uno llega con un trienio ya cotizado a la Primera Comunión estará en condiciones de alcanzar esos 41 años que, al parecer, el Gobierno maneja como parámetro para jubilarse a los 65 y no dos años más tarde como pretende con carácter general. No sé si él sabe que trabajo hay poco, que contratos menos, que dignos casi ninguno y que eso de asegurar al empleado no es tan común como para elaborar unas proyecciones que se ajustan más a sus fabulados informes económicos que a la realidad social.

Para que se haga una idea conozco casos de asalariados, con nombres y apellidos, no como gélido dato estadístico, que, con más de cuarenta años de edad, apenas han cotizado una décima parte de ellos. Por no hablar del caso aún más habitual de quien desempeña un trabajo y cotiza por otro de menor cualificación de tal modo que, cuando se queda en el paro o echa cuenta de la pensión que le queda lo único que le queda es ganas de echarse a llorar.

Claro que viendo la primera fila de su auditorio durante la presentación del informe económico de 2010 se pregunta uno, y a poco que piense hasta se responde, para quién gobierna usted exactamente. Hablarles de estas cosas a don Florentino Pérez, don Isidoro Álvarez, don Emilio Botín o don Rodrigo Rato, que alguno de ellos al menos parecía que atentamente le escuchaba, viene a ser como si a mi me dan una filípica sobre física cuántica.

No deben entender nada. Les pasa pues como a quienes asistimos más indignados que perplejos a este rosario de tropelías contra los trabajadores y los pensionistas que en nada se rebaja por el buen talante, que lo tiene, del ministro de Trabajo. A poco que uno cribe lo que resta es que habrá que trabajar más para cobrar una pensión y que llegar a la máxima bien podría ser el guión de ‘Misión Imposible IV’. Y por mucho que el señor Zapatero ensaye esas engoladas citas de presunto estadista del tipo “hay algo peor que la ausencia de consenso, que es la ausencia de reformas”, lo cierto y verdad es que él ya ha tomado unas cuantas decisiones por su cuenta y riesgo y no han servido para nada. Miento. Han sido muy útiles para verle el plumero. No es poco.