Goteras, nipones y falsedades en el Congreso

11/09/2013

Luis Díez.

Aunque parezca extraño, el primer protagonista del nuevo curso parlamentario fue el presidente de ACS, Florentino Pérez. De él y de los directivos de Dragados, la empresa de cabecera del área de construcción el grupo, que preside Marcelino Fernández Verdes, se acordaron sus señorías con todo el respeto hacia sus santas madres cuando a las nueve de la mañana, a punto de comenzar el pleno de control al Gobierno, comenzó a caer a chorro una gotera sobre los escaños de Izquierda Unida y del PSOE, en el extremo izquierdo del hemiciclo. Los hujieres evitaron con los utensilios que tenían a mano –bolsas de plástico y papeleras– que el agua de la tormenta que caía sobre Madrid inundara el hemiciclo. El presidente Mariano Rajoy y sus ministros estaban atónitos y suspensos. El agua salía por los conductos del aire acondicionado y caía sobre los escañiles del balcón de la prensa y los escaños más altos de la izquierda. Cayo Lara, que iba a ser el primero en preguntar a Rajoy sobre sus trapicheos con el extesorero Luis Bárcenas y sus falsedades en el Parlamento, se refugió junto a una columna. “Ya sé que quieren amordazar a la izquierda, pero no sabía que también nos quisieran ahogar”, ironizó. Otros diputados de la Izquierda Plural aseguraban que ya venían duchados de casa.

El presidente de la Cámara, Jesús Posada, no sabía como “ordenar el debate”. Consultó con Rajoy, que le aclaró que la mayoría absoluta no servía de contra el cielo que se derramaba sobre el suelo y, por otra parte, era inútil promulgar un decreto urgente para que dejara de llover. Pasaban 15 minutos de la hora del comienzo del pleno y Posada prorrumpió por los altavoces: “Esto no tenía que haber pasado”. El eco prolongó sus palabras. Y añadió: “Se aplaza la sesión hasta las diez de la mañana”. Pero una hora fue poco tiempo para reparar el goterón y la sesión comenzó a las once. Los hujieres y las mujeres de la limpieza colocaron capachos de la basura para recoger el agua. Los técnicos temían lo peor: que el agua afectase a las conducciones del sistema eléctrico e informático, cuyas cajas de distribución están exactamente en la zona donde más caía. Hubo suerte.

Los miembros de una delegación de diputados del Parlamento de Japón, que ocupaba la tribuna de invitados, se admiraron en su idioma de la extraordinaria novedad, o sea, la chapuza, y se marcharon más satisfechos que nunca de su olímpica victoria sobre el centro peninsular. Algunos tomaron fotos para el recuerdo con sus teléfonos móviles antes de que les advirtieran que está prohibido tomar instantáneas y videos desde las tribunas. También sus señorías activaban las aplicaciones gráficas de sus tabletas y sus teléfonos móviles, que paga el Congreso, es decir, todos los españoles, para registrar y transmitir el evento. Vale añadir, en beneficio de la “Marca España”, que a ningún diputado se le ocurrió informar a los nipones sobre la autoría de la chapuza: la empresa Dragados, que tiene el 52% de su negocio en Asia-Pacífico.

Pero eso no quita para que muchos se preguntaran cómo es posible que después de pagar a la empresa de Florentino Pérez 4,5 millones de euros de todos los españoles por la renovación del techo y la cúpula del palacio de la Carrera de San Jerónimo, el resultado haya sido tan lamentable. A esa cantidad se añaden otros 750.000 euros para la cubierta de los patios y de una sala de comisiones que partieron en dos y no se utilizan desde hace años.

Cuando por fin comenzó el pleno, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, noqueó a Rajoy con el guantazo que le atizó Cospedal ante el juez Pablo Ruz, según el cual, el líder del PP asignó 18.000 euros mensuales, 200.000 al año, al tesorero Luis Bárcenas cuando oficialmente dijo que lo había apartado del partido y mantuvo reiteradamente esa afirmación ante el Parlamento. Según Rubalcaba no hay duda de que Rajoy mintió. “¿Cuántos ciudadanos tiene usted apartados del PP cobrando 200.000 euros al año del PP?”, le preguntó. Después de pedirle alguna razón sobre la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas cuando ya estaba en cárcel –también han sido destruidas sus agendas–, Rubalcaba le dijo: “Tiene que irse. Su historia es una patraña envuelta en una mentira que desemboca en un embuste”, añadió parafraseando a Churchill. Rajoy le contestó como en el cantar: no nos moverán, le replicó que “quien miente es usted”, y aunque dijo tener motivos –en alusión a los Eres en Andalucía– no iba a entrar en el tú más. La conclusión de una ciudadana que asistía al pleno fue que no hay políticos buenos ni malos, todos son incorregibles.

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