Pecados que cometí en Cuba

17/01/2011

Carmela Díaz.

Cuba sufre una profunda crisis política, económica y moral. El gobierno cubano es el gran   responsable -aunque no el único- de esta situación. Sin elecciones, ni partidos políticos, ni sindicatos, ni libertad de expresión, ni de asociación, Fidel Castro mangonea la isla desde hace casi cincuenta años: la avaricia y la deslealtad del Comandante en Jefe hacia sus compatriotas ha hundido al país en la miseria. Señor Castro, ¿no le invade la tristeza cuando pasea por la reliquia en la que ha convertido La Habana en vez de suscitar la envidia internacional por el refugio señorial de la élite europea y americana que podría ser, de la capital caribeña por excelencia como le corresponde por derecho? El desastre económico es monumental. La crisis estructural en transporte, energía y vivienda es insostenible.

La gran mayoría de los cubanos no dispone de automóvil, teléfono móvil o Internet y su sueldo mensual no alcanza el equiparable a 15 euros: según los parámetros de la ONU esto supone que el cubano medio está por debajo del umbral de la pobreza extrema. A pesar de ser conscientes de ello -los poseedores de un nivel cultural aceptable con más de media neurona a pleno rendimiento, claro está- cuando llegamos allí lavamos nuestra conciencia agasajando a los niños, repartiendo medicamentos entre los ancianos, pero nosotros a lo nuestro, a darnos a la perdición hasta reventar que para eso hemos ido, aunque dos calles más allá ni dios disfrute de los derechos o de las libertades fundamentales  -y todavía existen muchas cubas a lo largo y ancho del planeta-. Nos envalentonamos desde nuestras poltronas reclamando justicia mientras sospechosamente la pereza domina nuestras voluntades cuando nos perdemos por los escenarios del crimen. Se trata de la misma desidia que se ha adueñado  de varias generaciones de cubanos resignados a su suerte -¿cómo serán recuperables para la sociedad y para sí mismos los jóvenes que no se han rebelado, los que crecieron a la sombra de la corrupción del régimen?-. Reflexiones que hacemos en voz alta engordando nuestra gula a base de litros de ron y de un consumismo excesivo que convive con las cartillas de racionamiento de quienes reciben nuestros pesos convertibles.

Es curioso como una persona entregada al vicio se convierte en caricatura de sí misma, como su esencia verdadera y las virtudes que antaño admiramos, empequeñecen hasta hacerse invisibles dejando al descubierto lo más turbio y odioso de cada cual -¿o es al contrario, la etiqueta social nos obliga a aparentar la cara conveniente y la naturaleza real del individuo es el lado oscuro que muestra la embriaguez en todo su esplendor? La lujuria superlativa practicada en las noches habaneras es una de las faltas que me provocan mayor condescendencia por aquello del absoluto respeto hacia la libertad sexual, pero la lascivia fuera de control torna a compulsión, a adicción peligrosa: el desahogo permanente de la libido bloquea la capacidad de discernir. Anteponer el menear la colita en cualquier agujero al sentido común me ha hecho dudar si la lujuria y la soberbia van de la mano, si se trata de simple satisfacción física, de debilidad frente a la carne sabrosa, del triunfo del instinto animal frente a la inteligencia racional o del deseo irrefrenable de resultar los más atractivos e importantes: el YO sobre valorado de los que se idolatran tanto a sí mismos que no dan cabida al resto de afectos, el anhelo de ser preferidos a otros cimentado en el regocijo de la propia vanidad, reafirmar la auto creencia -no necesariamente cierta- de que todo lo que uno consigue supera a lo que hacen los demás. ¿La necesidad permanente de reconocimiento esconde una inseguridad patológica? ¿El placer como meta única refleja una inmadurez sentimental? ¿Enorgullece la exhibición de máxima frivolidad y mínima sensibilidad? ¿Tras el estallido de sensaciones carnales invade el vacío emocional? Puede que estas meditaciones gestadas tras las resacas cubanas se deban a la ira que me provoca no ser capaz de eclosionar en toda su magnitud la fiera que llevo dentro: mi bestia suplica ser liberada.

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11 pensamientos en “Pecados que cometí en Cuba

  1. Extraordinario artículo. Las reflexiones planteadas son casi tan brillantes como la manera de exponerlas. ¿Quién se atreverá a responder con sinceridad sus inquietudes?

  2. Cuanta razon tiene usted. Los vicios empequeñecen, pero la sociedad actual no tiene valores y dejamos de lado lo mas importante para enfocar las energías en el plcer inmediato y la autocomplaciencia.

  3. Carmela enhorabuena. He reeleido hasta tres veces esta columna descubriendo un nuevo matiz con cada nueva lectura. mira que he leido opiniones sobre Cuba pero este además de diferente parece estar escrito desde la entrañas

  4. Interesantes reflexiones sobre la lujuria y la soberbia. Muy muy, buenas. Las preguntas finales me dejan sin respuesta si alguien las tiene que las comparta con nosotros

  5. Carmela me ha encantado. Hay varias generaciones perdidas de cubanos que no serán recuperables, que verdad que lo que denunciamos aquí nos resbala allí, y el último parrafo es sobresaliente. Sobredimensionamos el sexo hasta el punto de perder la dignidad y los papeles pero es la crisis de valores que nos gobierna. Y lo mejor tu final, cuando tu bestia sea liberada cuentalo en uno de tus escritos.

  6. Como siempre, excelente !!! Un enfoque distinto, que nos retrata. Cuba, Thailandia… qué más da. En el fondo, para que existan esclavos siempre debe haber años. Es la vida, ésa que nos ha ubicado en lo alto de la pirámide como ocidentales. Espléndido y triste a la vez. Enhorabuena…

  7. Excelente final de tu artículo a partir de un viaje a Cuba:¿lo pasó usted bien? Tus preguntas del último párrafo incitan a reflexiones morales y filosóficas. Tal vez nuestro «yo» bueno, cuando no está conducido por el intelecto, sucumba a la lujuria y a la soberbia.

  8. ¿Has hecho un master acelerado sobre los pecados capitales? que interesante, pero me queda la duda de cual es la bestia que quieres liberar

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