Después de habernos puesto las vacunas recomendadas: tifus, hepatitis y tétanos y habernos comprado los repelentes de mosquitos. Rellenamos las maletas con un ropaje un tanto extraño para vivir a 27/30 grados, pero es la equipación oficial; camisas de hombre de cuadritos azul y morada, pantalón negro como de esquiar y cazadora de montaña, que facturamos en Barajas bien envueltas en celofán verde con una gran bandera española; «Visit Spain». La primera parada, Londres. Sencillo, vuelta a pasar el control de equipajes, la seguridad, el cacheo, descalzarse y etc. Otro avión de British Airways, esta vez con destino a Delhi. Viajar en primera no cansa, aunque vayas tumbado y no duermas nada. Cierto, que los nervios y el destino exótico y contradictorio alteran el sueño. India no pone a nadie de acuerdo a unos les cambia la vida, unos volverían siempre y otros no regresarían jamás.

No quiero llegar con ideas preconcebidas y me dejo llevar por British Airways, sin más pensamiento que unas películas malísimas de video.

Nueve horas más tarde, aterrizamos en Delhi. Es el momento de perder la noción del tiempo. Aquí son las 7 de la mañana. Hace un calor pegajoso y tenemos que salir a la calle para volver a entrar a coger un vuelo doméstico a Jaipur. El aeropuerto es inmenso, enmoquetado, nuevo y despoblado de acompañantes de viajeros. Si no vuelas no se puede entrar en las instalaciones. La gente espera en la calle y los accesos están custodiados por militares de beig, que portan alegremente fusiles y posan en el suelo un escudo de hierro para repeler balas.

Cola de facturación, pago de 2000 rupias de exceso de equipaje y llegada a Jaipur en un avión de hélices. La capital del estado de Rajastan, la imaginaba tipo las Mil y una Noches y lo debió de ser, con sus Palacios de Marahas (pensaba en el llamado Sing vestido con 50kg de oro o el de Patiala aderezado por Cartier), hoy sus moradas se han convertido en hoteles de lujo como los Taj, están abandonados o han sido convertidos en museos, sin ornamentación, como el palacio de Ámbar junto a un lago y protegido por escarpadas murallas. La ciudad es caótica, ruidosa y huele, al que al parecer es el olor nacional, el curry.

Nuestra llegada al hotel coincide con también con la de nuestros compañeros de la expedición Silk Trail 2013.  Siete todo terrenos Range Rover, de los cuales tres son prototipos híbridos sometidos a temperaturas extremas de -30 grados y máximas de 40. Es la primera vez que una expedición de coches atraviesa, en muchos años, la cordillera del Himalaya. Ellos lo han hecho y mañana nos esperan. Nos han dado el prototipo 2. Después de 30 horas en pie sin dormir. Toca probar la habitación de una maraha. Mañana más.