Cinco y media de la mañana y el despertador ametralla las neuronas. Ducha y bien de anti mosquitos por la ropa y el cuerpo, crema protectora solar y salimos pitando. Seis y media de la mañana, para aprovechar que hay menos tráfico, los siete todoterrenos equipados hasta la baca y nuestros 16 compañeros de la Silk Trail 2013 de Land Rover, estamos listos para iniciar los 500 kms que separan Jaipur de Udaipur. Lo que nadie sabe es que el prototipo híbrido 2, el que le ha correspondido al equipo español, lleva lo de todos más un cargamento de jamón de pata negra, fuet, lomo y hasta tortas de Inés Rosales para despacharnos a gusto durante una semana.
Salir de Jaipur a esas horas es más fácil que entrar, es como si las vacas que viven en la carretera siguieran durmiendo por los arcenes. Te dicen que el tráfico en la India es caótico, pero hasta que no conduces por sus vías no entras en su mundo real. Imaginen un juego electrónico de marcianitos, sin señales de tráfico, sin policías, sin semáforos y con cualquier vehículo que pueda circular, eso multiplicado por miles en todas las direcciones, gente cruzando, vacas descansando, paseando o mirando la vida a su alrededor pero en medio de la carretera. El no código de la circulación es el que rige aquí y en los boquetes en el asfalto puede parir una vaca a trillizos. ¿Qué haces? Integrarte, pero sin perder de vista que la vida es muy valiosa aunque los habitantes de aquí conduzcan como si lo ignorasen.
Es el momento de probar el prototipo híbrido de Land Rover que ha sido el único al que han permitido atravesar el Himalaya. Llevamos algunos instrumentos que vigilan los ingenieros que nos acompañan en la ruta, estamos realizando la última prueba antes de darle el aprobado a su comercialización, prevista para el próximo año. Es decir, estamos asistiendo a la creación de un nuevo todo terreno híbrido. La sensación es que no pesa, es ligero, no suena porque vamos con electricidad en los tramos más lentos y en cada frenada se recarga. Al pasar de 300 caballos de potencia, sientes que puedes responder a las barbaridades de conducción de la India y eso nos lleva a darnos cuenta que han pasado cinco horas desde que salimos de Jaipur, que el paisaje comienza a ser más verde y que ese jamón ibérico que llevamos de equipaje extra, nos pide que le catemos. Se abre el apetito y caen íntegros 400 gramos de lonchas Cinco Jotas que nos sirven para alimentar el espíritu y nuestros cuerpos, que hoy nos hemos propuesto que no catarán el picante y el curry, hasta la hora de la cena.
Aún así paramos en un palacio decadente, donde nos reciben con la hospitalidad típica de estos parajes; arrojándonos pétalos de rosas, música y ese tercer ojo que nos pintan en la frente. Los monos también se asoman a vernos. Reconozco que parecemos marcianos con nuestros coches del futuro y todos igual vestidos.
La sorpresa impresionante será la llegada a Udaipur, igual de abandonada, multitudinaria, sucia, caótica, desconcertante, pero con el añadido de ser una ciudad con siete lagos artificiales y con su Marajá viviendo en su palacio de invierno que deja en un bungalow al palacio de Buckingham y eso que la India fue una colonia inglesa. Dada su inmensidad, el Marajá decidió hace unos años alquilar su palacio de verano, justo enfrente y en mitad de un lago artificial, a una cadena de hoteles. Alojarse en él, es otra India a la que vemos durante el día en nuestro recorrido terrestre. Todo de mármol blanco, con dibujos en el suelo hechos con pétalos de colores, iluminado por velas, con habitaciones pintadas de estuco, muebles de caoba, jardines y estanques con olor a jazmín y etc y etc. Seguir sería alimentar innecesariamente la envidia sana.
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