La situación parece un calco de la del verano de 2011, con los líderes del Senado, Harry Reid (demócrata) y Mitch McConnell (republicano) negociando a toda prisa y la mayoría republicana de la Cámara de Representantes intentando por su cuenta sacar adelante una ley sin consensuar con los demócratas.

Esta «politiquería» llevó la negociación al borde de la ruptura, cuando se suspendieron las conversaciones en el Senado ante la evidencia de que en la Cámara si iba a forzar la votación de un texto republicano sin consenso. Tras muchos dimes y diretes, finalmente, los republicanos renunciaron a votar su texto y los senadores retomaron las negociaciones.

Observadores estadounidenses se apresuraron a subrayar el nuevo fracaso de John Boehner, el jefe de la mayoría republicana y «speaker» de la Camara de Representantes. «Si no han votado es porque han sido incapaces de sumar los votos necesarios», señalan al tiempo que explican que los demócratas han dado muestras de apoyo total a la negociación en el Senado en tanto que los republicanos han vuelto a dejar entrever fisuras.

Sea como fuere, Reid y McConnell subrayaron su optimismo ante un próximo acuerdo y señalaron que las posturas están muy cercanas, dando a entender que sólo interrumpieron el diálogo por la «intromisión» de la Cámara de Representantes.

Paradójicamente, los términos de la negociación no están tan alejados de la propuesta que se quería hacer votar a la Cámara: reapertura del Gobierno para el 15 de diciembre y elevación provisional del techo de deuda hasta febrero, dando tiempo a un gran acuerdo para moderar el gasto y cerrar definitivamente el presupuesto.

«Es posible el acuerdo», señalaron desde ambas partes. El problema es que apenas tiene unas horas para alcanzarlo y votarlo. El horizonte del jueves 17 de octubre está cada vez más cerca.