Foto: Luis Malibran

La música rock y la barroca transitan por un original espectáculo, interpretado por tres músicos de altura: el tenor José Manuel Zapata, Juan Francisco Padilla (guitarra, laúd y dirección musical) y Rubén Rubio (viola de gamba y guitarra). Y que comienza como la mayoría de los cuentos, hace muchos, muchos años.

Tres músicos se preparan para un concierto en la mansión de un noble. Tienen hambre. Parece que la crisis no es patrimonio de la actualidad. Persigue al hombre y al arte. Pero hay que sobrevivir. Lo que ingieren para calmar el vacío del estómago les transporta a otra dimensión creativa. Y como los más grandes mezclan los palos para conseguir un resultado único.

Foto: Luis Malibran

La sombra del mejor “silbador” de la historia, Kurt Savoy, sobrevuela el escenario cuando los protagonistas se lanzan a silbar “La flauta mágica”, de Mozart. No es irreverencia, se trata de un homenaje y una nueva vuelta de tuerca. Música al fin y al cabo. Al servicio de los oídos, del alma y de la sonrisa.

El éxtasis alucinatorio hace mella en los músicos, que en un salto al futuro y un regreso al pasado interpretan “Bohemian Rhapsody”, de Queen, o “Highway to hell”, de ACDC, o el célebre “Bolero” de Ravel, acompañados por un público completamente entregado al que vuelven a sorprender con la versión descacharrante de “I need a hero”, de Bonnie Tyler.

El punto gastronómico lo pone el “No me quites el pan”, tributo particular al “Ne me quittes pas”, de Jacques Brel, y recurrentes referencias al jamón, actor invitado y con especial importancia en el tramo final de la obra. “Barrockeros”, en fin, resume la historia de la música y te llena los bolsillos de buena onda, como dicen por ahí

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