Desde hace semanas Pemex, que cuenta con el 9,8% del capital de Repsol, ha emprendido una nueva batalla para quitar de la presidencia de la petrolera a Antonio Brufau. No es necesario más que leer los temas relacionados con esos movimientos en la prensa española, mexicana y argentina -aunque con contenidos en ocasiones contradictorios- para percatarse de que el director general de la empresa estatal, Emilio Lozoya, quiere la cabeza Brufau, aunque las causas que se esgrimen también son confusas.

Por un lado, se señala, y esto se ha dicho oficialmente por parte de Pemex, que la rentabilidad que presenta la empresa en los últimos años no es satisfactoria para los accionistas de la petrolera. Pero no se indica que una de las causas ha sido la expropiación de YPF, que llevó a la empresa a mínimos en Bolsa aunque después haya recuperado la cotización previa y la confianza de gran parte de los analistas. Tampoco se habla de la influencia de la batalla emprendida por el grupo mexicano de la mano del anterior presidente de Sacyr -ahora accionista casi empatado con Pemex en el capital-, aunque sí se ha aprovechado la caída de resultados de los nueve primeros de 2013 xde al empresa española para poner en marcha su estrategia.

En medios financieros se da por seguro que Pemex intenta ganar peso a Repsol, sea directa o indirectamente, para tener un consejo más afín a sus objetivos, que están centrados en parte de tener unan presencia relevante en yacimientos de YPF, es el caso de Vaca Muerta, pero también desarrollar las inmensas reservas que cuenta México y que no están aprovechadas.

Este último punto es casi más básico, ya que en realidad es en lo se argumenta a la privatización de Pemex, que se ha puesto en marcha pero que se enfrenta a una fuerte contestación política, ya que será necesario cambiar la constitución para dar cabida a los activos de exploración y producción de crudo a grupos privados, con una inmensa mayoría de candidatos internacionales.

El tema preocupa en el Gobierno y fue el asunto central de la reunión mantenida el pasado fin de semana entre el titular de Industria, José Manuel Soria, con su homólogo mexicano y la plana mayor de Pemex. El Ejecutivo español tiene capacidad para vetar accionistas en empresas energéticas.

No obstante, las pérdidas que presenta Pemex hacen aconsejable que el ‘asalto’ a Repsol se emprenda a través de socios. La compañía mexicana amagó con vender su participación, si bien ahora parece haber cambiado de estrategia y volver a la táctica de la ‘pinza’, con aliados que podrían ir desde el magnate mexicano Carlos Slim. que ya cuenta con intereses en el sector de petróleo, a fondos y otras sociedades. Slim, que es socio de La Caixa en Inbursa, es también candidato para participar en la privatización de Pemex. La capitalización bursátil de Repsol se eleva a 24.300 millones de euros, con lo que un 10% requeriría una inversión de 2.430 millones de euros.

Según los analistas de Ahorro Corporación para poder llevar a cabo la convocatoria de junta, la mexicana “necesitaría el apoyo de Caixabank (12,02%), Sacyr (+,38%) o Temasek (9,32%). Por otra parte, la firma destaca que en el consejo en el que se debatió la oferta de compensación de YPF, Pemex votó en contra. Y recuerda: la demanda de la petrolera española por la expropiación alcanza aproximadamente los 10.500 millones de dólares.

Con todo concluye que «un eventual cambio de la cúpula de Repsol no tiene necesariamente que significar un mayor precio para los accionistas, por lo que no valoramos la posible operación de forma positiva. Por otro lado, Pemex cuenta con plusvalías latentes en la petrolera, por lo que una salida no ordenada serían noticias negativas para ella”.