La fábula de la rana vanidosa

22/11/2013

Miguel Ángel Valero. Carlos Sánchez Ponz, en “España en Bankia rota”, arremete más contra la gestión de Blesa que contra la de Rato

La indignación no es la mejor actitud para escribir un libro. Es cierto que Bankia supone el mayor escándalo financiero de la historia reciente de España, comparable al Banesto de Mario Conde. Pero “canalizar mi ira por medio de la palabra”, como reconoce el periodista Carlos Sánchez Ponz en la página 44 de “España en Bankia rota” (editado por Sepha y con prólogo del abogado Andrés Herzog”, supone perder perspectiva, y dificulta un análisis reposado de lo que ha pasado con el grupo creado por el PP y por Rodrigo Rato para configurar una entidad que, uniendo siete cajas, fuera capaz de plantar cara a los todopoderosos Santander, BBVA y ‘la Caixa’ (con la que el exvicepresidente económico de Aznar quiso fusionar Caja Madrid nada más llegar a la presidencia, tras la defenestración de Miguel Blesa).

El peligroso cóctel de la indignación y el apresuramiento provocan que se escriba una frase como “esa sonrisa de siniestra felicidad que sólo es capaz de proferir el que carece de inmoralidad” (página 25), que se confunda revelar (de revelación) con rebelar (de rebelión), en la página 27, o que se califique a Islandia de país “escandinavo” (página 53). O que se publique que José Barea era secretario de Estado de Economía con Rato (página 162), cuando en realidad era jefe de la Oficina de Control Presupuestario, nombrado por Aznar pese a la oposición del vicepresidente económico. Tampoco parece acertado hablar del “destierro de Goirigolzarri a Bankia” (página 189), cuando el ejecutivo vasco llegó a la entidad nacionalizada de una forma voluntaria y abandonando un cómodo retiro, apenas roto por su asistencia a los cursos de la Escuela de Filosofía y actividades similares, gracias al plan de pensiones acumulado a lo largo de tantos años trabajando en el BBVA.

Como lo cortés no quita lo valiente, estos errores, aunque deslucen la obra, no desmerecen el interés ni el mérito del trabajo de Sánchez Ponz, el primero que se publica en formato libro sobre el caso Bankia. Dos citas del prólogo marcan la línea de la obra. Una de la diputada de UPyD Irene Lozano, que le dijo a Rato en su comparecencia en el Congreso que “el crimen perfecto es el que parece un accidente”. Otra, la que Arthur Conan Doyle pone en boca de Sherlock Holmes: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad” (página 13).

También resulta muy oportuna la cita de Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos (entre 1980 y 1809), y considerado uno de los padres fundadores de esa nación: “sinceramente, creo que las entidades bancarias son más peligrosas para un país que los ejércitos listos para el combate”. No aparece, sin embargo, en la cita otra frase de la carta escrita a John Taylor el 28 de mayo de 1816 y que encaja como un guante en la crisis financiera que están sufriendo los españoles y particularmente los que invirtieron en la salida a Bolsa de Bankia o en las preferentes: “El sistema de la banca nosotros lo hemos reprobado por igual. Yo lo contemplo como un borrón en todas nuestras constituciones que, si no se protegen, terminarán en su destrucción, ya que están siendo golpeadas por los jugadores corruptos, y está arrasando en su progreso, la fortuna y la moral de nuestros ciudadanos”.

 

Análisis desequilibrado

Siendo una obra sobre Bankia, el trabajo de Carlos Sánchez Ponz está desequilibrado en cuanto arremete mucho más, y con mayor contundencia, contra la gestión realizada por Miguel Blesa en Caja Madrid, a quien dedica la fábula de la rana vanidosa (páginas 139 y 140), que a la desempeñada por Rato en la fusión y posterior salida a Bolsa de la entidad que luego terminó siendo nacionalizada.

Aunque muchos aspectos de la gestión de Blesa sean reprobables, y habrá que ver cómo termina la investigación judicial en curso, el penúltimo presidente de Caja Madrid nada tiene que ver ni con la fusión diseñada por Rato para tapar el ‘agujero’ de esta entidad mediante la integración de cajas pequeñas pero bien gestionadas como la de Ávila o la de Segovia, ni con el fiasco de la salida a Bolsa.

Mejor parada resulta la gestión realizada hasta ahora por Goirigolzarri y su equipo para la revitalización de Bankia como una entidad rentable, capaz de devolver las ayudas públicas recibidas.

Se le puede reprochar al autor también un cierto conformismo investigador. Un lector de una obra de denuncia sobre la quiebra de Bankia no se conforma con que le digan que “quizá algún día logre saberse la verdad” (página 156), o que hay “preguntas y más preguntas que a buen seguro se quedarán la mayoría sin responder” (página 181). El lector reclama siempre respuestas.

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