El deseo de ser un gato

24/01/2011

Daniel Serrano. A Zoe. In memoriam.

Los gatos son perfectos mecanismos de felicidad instantánea.
«Dios creó al gato para proporcionar al ser humano el placer de acariciar un tigre».
Bukowski amaba a los gatos.
La peor resaca, el más trágico desamor, la oscuridad más completa. Todo se disipa en el reflejo dorado que dibuja el sol de la mañana sobre el pelaje rubio de Belle.
Tuve una gata de ojos pintados, silueta egipcia, hija callejera de antiguos dioses.
Miau.
A veces, en el silencio de la noche, todavía distingo el sonido de sus pasos.
Los gatos profesan la religión de la desobediencia. Jamás se someten a nuestros deseos. No tienen amo. Somos nosotros sus servidores incondicionales.
Belle bosteza tendida en el sofá.
Tuve una novia a la que no le gustaban mis gatas. A mis gatas jamás les gustó aquella novia. Mis gatas tenían razón. Debiera haberles hecho caso.
La impenetrabilidad de la psicología minina resulta relativa. Todo se reduce a una sabiduría esencial: la única posibilidad de ser feliz es disfrutar de la felicidad de estar vivos. No esperar nada, no añorar, eludir el futuro y el pasado, dar un salto contra la pared, dormir dieciocho horas al día, huir de todo daño, exigir caricias, que cada momento sea la eternidad.
Miau.
A todos los niños les gustan los gatos.
Y a quién no le gustaría poseer la elegancia de un felino.
Belle escucha en el televisor el rugido de un león y observa el fulgor difuso de la pantalla reconociéndose en ese idioma impenetrable. La llamada de la selva.
Tuve una novia que adoraba a mis gatas. Mis gatas adoraban a aquella novia. Mis gatas tenían razón. Debiera haberles hecho caso.
Lo siento. Prefiero los gatos callejeros. La belleza de lo mestizo, de lo indomable.
Y también me agradan los gatos negros.
Los gatos son siempre niños.
Para quienes complazcan algunas de estas reflexiones gatunas va dirigida mi recomendación: Gato saliendo de una bolsa y otras observaciones y Los gatos son raros y más observaciones. Dos libros de ilustraciones cuyo autor, Jefrey Brown, retrata el universo minino con enternecedora exactitud.
Una sucesión de viñetas sin más argumento que la fascinante existencia cotidiana de un gato cualquiera.
Evidentemente sólo aquellos que compartan con Bukowski, Patricia Highsmith y yo mismo la devoción por estos animales maestros del enigma apreciarán de modo conveniente las virtudes de estos dos volúmenes.
Gatita de Dios, que quita el pecado del mundo.
Miau.
Gato saliendo de una bolsa y otras observaciones. Jeffrey Brown. La Cúpula.
Los gatos son raros y más observaciones. Jeffrey Brown. La Cúpula.

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