Cuesta encasillarle como arquitecto, y eso que es lo que pone en su tarjeta de visita. Pero cuando uno entra en su web y se topa con la frase “Office for political innovation” entiende bien que Andrés Jaque (Madrid, 1971) es un arquitecto atípico, casi más se le podría definir como un arquitecto-pensador-filósofo. Y es que él era uno de los pocos, casi el único durante la época del boom inmobiliario que vivió España en la que los arquitectos no solo no estaban en paro sino que cobraban jugosas minutas, en criticar esos abultados sueldos y ese frenesí constructor. La primera vez que le entrevisté tenía su despacho en una oficina a pie de calle y la puerta siempre estaba abierta: “Así los vecinos pueden pasarse a cualquier cosa”, comentaba.

Después, cambió de oficina, pero no de forma de trabajar, y le siguieron lloviendo proyectos, fuera y dentro de España: la remodelación del Conde-Duque en Madrid, Matadero, el Museo Postal de Bogotá, Mousse City en Stavanger, en la República de Corea… No es el típico arquitecto de levantar paredes, sino de utilizar las existentes para hacer las ciudades más amigables, mucho más abiertas, más sociales, más humanas en definitiva…

“Es la gente la que con su forma de vivir, con sus hábitos, determina cómo debe ser la arquitectura de las ciudades, y no al revés. Hasta ahora se ha estado construyendo en España para que el ciudadano se adaptase al edificio, es un error. No se ha estado construyendo acorde con las necesidades de las personas”, comenta. Y saca a relucir su proyecto All Age City, con el que pretende hacer ciudades más amables con la 3ª edad y que fomenten la comunicación inter-generacional. “Me imagino espacios más abiertos, lugares donde los vecinos puedan encontrarse, donde haya una guardería, pero también un sitio donde los mayores puedan hablar y ser escuchados”. Y cuenta cómo descubrió a una abuela del madrileño barrio de Lavapiés que, tras quedarse viuda, cocinaba para el resto de sus vecinos viudos: “Ellos, al no haber cocinado nunca, no sabían apañárselas en la cocina sin sus mujeres. Esto es otra forma de vivir las ciudades”, añade.

¿Cómo podemos construir en la actualidad y cuántos años se van a necesitar para vender todas las casas construidas durante el boom inmobiliario? “Más que cómo construir en tiempos de crisis o cómo conseguir vender el stock inmobiliario de España, ahora toca cómo utilizar ese patrimonio ya construido, darle una utilidad y una que sea beneficiosa para la sociedad”, comenta. En efecto, es partidario de que los bancos no acumulen el stock inmobiliario (como está sucediendo, incluso en entidades que han sido intervenidas con dinero público), sino que esas construcciones se cedan para uso social: “Ni las Administraciones ni el Gobierno están actuando en esto. A mi me han llamado desde los suburbios de París para pensar nuevas formas de habitabilidad, para integrar a distintos colectivos, esto no ha sucedido en Madrid, por ejemplo”, comenta.

Jaque, profesor de la Escuela de Arquitectura en Columbia, Nueva York, tampoco cree que se necesiten grandes inversiones de dinero para aprovechar lo construido: “Por ejemplo, el verano pasado en Madrid con unos simples proyectores y unas lonas conseguimos crear un espacio de encuentros culturales en el centro Matadero. Veías a gente de todas las edades compartiendo horas, de teatro, de música, y eso cuesta poco dinero. La innovación y la creación no tienen por qué ser caras”. En efecto, el espacio, bautizado como Escaravox, estuvo funcionando durante el pasado verano.

“Nunca antes el político ha estado tan alejado de la sociedad, es por eso que se necesita un cambio radical, y la arquitectura debe servir para ello, para dar otro uso a las ciudades. El arquitecto ya no es un profesional que trabaja aislado, sino que lo hace con distintas esferas: programadores culturales, vecinos, asociaciones, etc”. Palabra de arquitecto.