El impacto del cambio climático es “visible”, subraya Jean-Paul Rignault, consejero delegado de AXA España, en la jornada “Los riesgos del cambio climático. El papel del sector asegurador y los efectos en la empresa y el planeta”, organizada por la Fundación AXA y Expansión. Y aporta un dato escalofriante: el cambio de la temperatura media está ascendiendo a un ritmo 50 veces superior al de cualquier momento del periodo de variabilidad natural del clima.
Rignault subraya que el efecto del calentamiento global provocado por la acción del hombre no es inmediato: “Es más que probable que los siniestros más devastadores provocados por el cambio climático no o suframos ninguno de quienes estamos hoy vivos. Serán las generaciones futuras las que se vean abocadas a padecer las consecuencias de los actos de sus antecesores, de nosotros”. También señala que “la mejor forma de evitar un siniestro es la prevención de los riesgos”.
José Luis de las Heras, director gerente del Pool de Riesgos Medioambientales, diferencia entre los daños causados por la Naturaleza y los generados por el hombre, porque requieren distintas respuestas aseguradoras. En el primer caso, el seguro busca evitar “pérdidas masivas y el empobrecimiento repentino de poblaciones”. En el segundo, “evitar que los daños medioambientales queden sin reparar, o sean insuficientemente reparados, por insolvencia del causante del daño”. Pero el seguro de responsabilidad medioambiental “no se ocupa de la influencia del hombre en el entorno”, precisa.
El incremento de la población y la concentración residencial e industrial en áreas de riesgo incrementan éstas y también la frecuencia de siniestros. De las Heras cree que la Administración debe actuar, “decidir si implanta o no seguros obligatorios ante riesgos climáticos, si autoriza o no obras en primera línea de costa o actividades potencialmente peligrosas cerca de un espacio protegido”, adecuar las políticas territoriales y medioambientales.
Y el seguro debe tomar una decisión estratégica sobre si cubre o no esos riesgos, pese a la dificultad de calcular éstos.
Este experto recomienda promover la prevención y la gerencia de riesgos, pero advierte de que un seguro que cubra desastres naturales y los causados por el hombre debe contar con “una base suficiente de asegurados o un límite de exposición, o ser obligatorio”, debe combinar soluciones individuales de aseguradoras globales con un pool o “soluciones colectivas que respeten las reglas de la libre competencia” y con el respaldo del Estado “como último recurso”.
“El sector no ha hecho suficiente hincapié en vender el seguro como una herramienta de transferencia de riesgos”, reconoce José Luis de las Heras.
Obligación de anticipar riesgos
“Las aseguradoras estamos obligadas a anticipar riesgos”, aporta Pilar González de Frutos, presidenta de la asociación empresarial del seguro, Unespa. “Percibimos que el clima no se comporta como antes, pero ¿cómo lo aseguramos?”, precisa, al subrayar la incertidumbre que dificulta el análisis de estos riesgos.
No obstante, “el seguro siempre tendrá capacidad de respuesta”, enfatiza. Ahí el reaseguro es fundamental. Como lo es también el Consorcio de Compensación de Seguros, que ofrece una doble garantía, tanto al ciudadano como a la aseguradora, en catástrofes naturales y en daños producidos por actos terroristas.
La directora general de Seguros, Flavia Rodríguez-Ponga, insiste en que el cambio climático va a incrementar la frecuencia y la intensidad de los desastres naturales, y por tanto elevará las pérdidas aseguradas. Además, actúa como factor que facilita la aparición de riesgos nuevos, como las pandemias. Aunque “no siempre es posible identificarlo como factor determinante, ni señalar su grado de incidencia” en el aumento de las catástrofes. Hay otros factores, como el incremento del valor de las exposiciones, las concentraciones urbanas y la ocupación industrial y/o residencial de zonas de alto riesgo.
Responsabilidad principal de la Administración
Pese a ser un cargo público, subraya la “responsabilidad principal de la Administración” en los desastres naturales, al ser la competente en la regulación y ordenación del territorio, los usos del suelo, la planificación urbanística, los códigos y normas de edificación, entre otros. “Hay que analizar los riesgos antes de aprobar nuevas construcciones en determinadas zonas, o exigir materiales que resistan el impacto”, insiste Flavia Rodríguez-Ponga.
El papel del seguro consiste en incentivar el aseguramiento frente a las catástrofes naturales, la prevención, la valoración de los riesgos, y promover productos específicos. Para hacerlo, necesita “la máxima reducción de la incertidumbre sobre manifestaciones previsibles del cambio climático”,
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