La arquitectura de A-cero: la obsesión por el detalle

24/01/2011

Carmela Díaz.

Decía Víctor Hugo que la arquitectura es el gran libro de la humanidad, Octavio Paz que es su testigo menos sobornable, Gaudí la equiparaba a la ordenación de la luz, y Le Corbusier, yendo un paso más allá, la situaba como punto de partida para un porvenir mejor. Para Joaquín Torres, el arquitecto más prestigioso y codiciado del momento, la arquitectura es simplemente su vida.

Habiendo diseñado casas para jeques árabes, deportistas, empresarios de éxito, celebrities nacionales e internacionales, A-cero, el estudio que lidera, se ha propuesto el reto de popularizar el diseño y la calidad constructiva de la arquitectura para que no quede relegada a la élite a través de su concepto modular basado en los principios de la construcción estandarizada, aplicando los mismos procedimientos de tecnología, control de calidad y tiempos que se aplican a otros campos, como la producción de automóviles.  Desarrollan dos tipos de vivienda modulares de 82 y 107 metros cuadrados -desde 84.000 €- con un plazo de construcción de quince semanas, completamente equipadas -incluyendo baños, cocina, calefacción e iluminación- y con la posibilidad de contratar decoración de interiores, paisajismo, piscina, etc.  Simultanear con acierto los proyectos más exclusivos, personalizados, súmmum del lujo, con proyectos modulares accesibles para todos no es fruto de la casualidad, sino de la obsesión por el detalle que transmite Joaquín,  fundador de A-Cero. El perfil creativo, el carácter disciplinado -reivindica la excelencia en la formación como paso obligado a una trayectoria profesional brillante- y la sinceridad sin tapujos -aboga por la responsabilidad compartida de arquitectos y políticos municipales para implantar en las metrópolis contemporáneas certeros planes urbanísticos, racionales, planificados y globales-. Joaquín Torres comparte en el estudio espacio abierto con su equipo, algo que copió del mismísimo Amancio Ortega para no descuidar ni una sola de las sensaciones ni percepciones del resto de profesionales que forman parte del proyecto A-Cero. Según su parecer el criterio estético evoluciona, pero defiende la arquitectura escultórica, prefiere la ausencia de color, la decoración en tonos monocromáticos -blanco y negro-, buscando que la perfección alcance todas las percepciones sensoriales, incluyendo el tacto.

En A-cero llevan a cabo cualquier proyecto –residencial, oficinas, edificios singulares, viviendas unifamiliares, decoración de interiores o paisajismo– poniendo como único requisito la viabilidad de la construcción: no están interesados en bocetos faraónicos que se queden en el papel, sino en planos que se puedan construir. El proceso de diseño comienza con una reflexión previa -intentando desvirtuar lo menos posible el proyecto inicial- y las elecciones se van realizando por descarte, buscando la funcionalidad como prioridad: normalmente la solución arquitectónica más sencilla es la mejor.

Joaquín admira el Pabellón de Barcelona -construido en 1929- por su capacidad de síntesis, le hubiese encantado diseñar una de las Cuatro Torres madrileñas aportando un enfoque más atrevido y escultórico, para situar a la capital a la cabeza mundial del urbanismo de vanguardia. A pesar de haber trabajado para alguno de los personajes más admirados, tiene claro a quién le gustaría diseñar una casa: a Tom Ford -sofisticada, artificiosa- y a Alejandro Amenábar -más sobria, acorde a la personalidad profunda y existencial del cineasta-. Aún siendo un apasionado del románico, el arte moderno -sobre todo el de las últimas décadas del siglo pasado- es su referente.

Tras una amena conversación entre amigos, por encima de los comentarios profesionales de alguien que está rompiendo esquemas, retengo para mis adentros la sabiduría de un triunfador: nadie es arquitecto por estudiar Arquitectura, ni artista por licenciarse en Bellas Artes; se necesita vocación, talento, disciplina, trabajo duro y saber comunicar: todos debemos vendernos. Además, en la vida hay que aprender a decir NO, en muchas ocasiones más difícil pero más útil que un sí. Toda una declaración de intenciones del arquitecto con más proyección.

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