Quien haya vivido en el extranjero seguro que habrá echado de menos perlas de nuestras gastronomía como las típicas tapas, el jamón, las pipas, la tortilla de patatas y los churros. Ese alimento típico del desayuno, pero también de la merienda o de esas noches de parranda en las que al volver a casa casi es obligatorio tomarse unos churros con chocolate, para entrar en calor.

Churros: harina, agua, aceite y sal, una masa bien sencilla pero que hace las delicias de quien las prueba al pasar por la sartén. Pues bien, gracias al salmantino José Luis Moreno, gerente de la firma de producción de churros Casimiro, los churros españoles, en este caso, charros, ya pueden consumirse en otros países.

Esta pyme ya lleva seis años exportando sus churros a Estados Unidos, tras superar no pocas trabas administrativas. Pero eso no fue obstáculo para esta firma, una empresa de barrio que Moreno heredó de su padre (y éste de su abuelo).

Aparte de al otro lado del Atlántico, sus churros también están presentes en Inglaterra y están iniciando pasos en Japón, donde al parecer, se los piden de sabores.

Esta empresa fue pionera en utilizar la técnica de ultra congelar los churros después de fritos.

La idea le vino de una anécdota en el hogar familiar: su mujer congelaba los churros cuando estaban recientes, para servirlos en ocasiones posteriores. Los calentaba entonces y quedaban igual de crujientes como recién hechos.

Los churros se basan en la receta centenaria de la familia y no llevan ningún tipo de ingrediente químico. Se fríen, se ultra congelan y se envasan al vacío. De esta forma están listos para ser enviados a cualquier rincón del planeta. ¿Para degustarlos? Basta con calentarlos en el microondas o en una tostadora. Y como recién hechos… Uhmmmm.