Dualidad

31/01/2011

diarioabierto.es.

Se besaban y odiaban. Ya no sentían en el corazón ese vuelco, esa dulzura en la piel, cuando sus cuerpos se aproximaban o sus labios o sus manos. Hacía tiempo que habían perdido y no sabían dónde, la magia, la complicidad de las miradas. Él ya no sentía las cosquillas al verla, en el estómago. No sentía esas cosquillas mezcladas con el hambre, ni ese mordisco que no intuyes llegar, el de la distancia, cuando se alejaba de ella.

Se habían quedado dormidas las caricias en su cama, perdidas entre los pliegues de las sábanas. Ella ya no buscaba el cuerpo de él, como si se tratara de la salvación de su cuerpo desnudo. La piel de ella ya no necesitaba vestirse con la de él para no sentir frío. Ni tan siquiera el frío de la soledad. Y él ya no buscaba misterios en el pelo de ella, en su melena suave de olor a frutas y a calma, esa calma que se intuye como un olor dulzón y que se amolda al pecho.

Se miraban a veces, con la mirada cansada. Con una dejadez parecida a la de un naufrago, que se sabe perdido y lejos de la orilla y sin remos y con tres maderas partidas y atadas por balsa. Y así estaba su relación, como perdida en el mar y poco a poco empezaría a tocar fondo, pero ellos no lo sabían. Porque habían aprendido a disimular todo eso. Eran los mejores actores de la función estelar de sus vidas. Y ante todos sus familiares y amigos, parecían, y no exagero, la pareja mas feliz del mundo.

Se cogían la mano con la destreza suficiente, envuelta en mentira, como cuando alguien le miraba sonriente y le preguntaban: ¿para cuándo un hijo?. Y ellos asentían con la cabeza, y se miraban y se sonreían falsamente, y decían: estamos en ello.

Lo cierto es que sabían disimular muy bien los escombros de ese amor que ya no sentían. Y puedo asegurar que estaban orgullosos de ello. Sabían actuar . Eran capaces de darse los besos mas hermosos carentes de amor delante de un público y hacer creer que se querían. Pero tras todas esas funciones se bajaba el telón (el telón siempre baja). Un telón oscuro y a veces, tenebroso, de riñas y peleas. De reproches. De dolor. Porque ya se hacían daño. Se miraban con el odio que habían cultivado con los años, aunque como dice la canción de Ismael Serrano, cultivar el odio no sirve para nada.

Y así transcurrían sus vidas. De función en función. Dejando para mañana lo que podían hacer hoy: romper con todo. Dormían de espaldas. Comían en mesas separadas. Se hablaban sin mirarse. Hablaban de facturas y lloraban a veces cuando la situación se les iba de las manos.

Ya no se querían, pero la costumbre y la rutina les tenía presos en una casa que ya no era una casa, sino una cárcel para unos sentimientos que agonizaban.

Y ahí fuera, en la calle, para el resto del mundo. Para sus familiares, para sus amigos, seguirían siendo la pareja perfecta, la pareja ideal. Todo el mundo quedaba pensando en la suerte de los dos, por haberse encontrado. Mientras ellos dos intentan esbozar una sonrisa para una nueva función, donde ellos son para los ojos del mundo una pareja feliz y envidiada.

Y ellos piensan, que toca sonreír de nuevo, poner buena cara y buscarse las manos, mientras se juran y perjuran apenas sin mirarse, que de mañana no pasa.

¿Te ha parecido interesante?

(+6 puntos, 6 votos)

Cargando...

Un pensamiento en “Dualidad

  1. Buen artículo, Susana.

    Te felicito por tu facilidad a la hora de plasmar en palabras sensaciones. Cada semana me sorprendes gratamente.

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.