Normalidad para que aflore la quintaesencia

21/02/2014

Miguel Ángel Valero. Desde una neutralidad formal, Lynne Cohen realiza una crítica irónica a una sociedad basada en el control y en la vigilancia.

La obra de Lynne Cohen, que se expone por vez primera en España (en la Sala Azca de la Fundación Mapfre de Madrid, hasta el 11 de mayo) asombra, desconcierta. Como dice Antonella Pelizzari en la introducción al magnífico volumen editado por el Instituto de Cultura de la fundación con motivo de la exposición (por cierto, la primera desde que Antonio Huertas relevó a Alberto Manzano como presidente de ésta), “hay algo profundamente desconcertante y contradictorio en el trabajo artístico de Lynne Cohen”.

“Sus obras tienen que ver con la fotografía pero no son documentos; parecen montajes pero tratan del mundo real; retratan interiores cotidianos pero muestran su riqueza visual; tiran de ti y empujan hacia fuera; son planas y esculturales, directas y sin embargo abiertas a muchas lecturas; neutrales, pero nunca aburridas”, añade Pelizzari.

Cohen (nacida en Racine, Wisconsin, en 1944, pero nacionalizada canadiense) empieza en 1971 a fotografiar interiores en blanco y negro. Desde sus primeras obras busca una imagen directa, anónima, supuestamente neutral u objetiva, pero con una subyacente carga irónica y crítica.

Cohen 2Muestra así el artificio, tanto psicológico como sociológico, de la clase media norteamericana. Y también los mecanismos de control y manipulación de la sociedad, retratando laboratorios, centros de formación, campos de tiro, fábricas o balnearios. La obra de Cohen muestra claras referencias a la sociedad del control y de la vigilancia a través de la arquitectura cotidiana pero que domina las relaciones sociales.

Cohen fotografía los espacios tal como los encuentra, pese a dar una sensación de puesta en escena. La gran escala de sus fotografías invita al espectador a entrar en la imagen y encontrar su propia interpretación.

La artista no jerarquiza espacios ni detalles. Pero es esa descripción supuestamente neutra lo que le da a sus fotografías esa potencia irónica, esa carga de profundidad sobre una sociedad que busca el control absoluto de los cuerpos y de sus acciones Posiblemente sea con Lynne Cohen más cierto que nunca aquello de “una imagen vale más que mil palabras”.

La obra de Cohen se mueve a caballo entre Jacques Tati y Michel Foucault. “Mediante el empleo de recursos formales, de un modo sencillo, podría tratar temas complicados, que se podrían introducir en el espectador de forma subliminal en lugar de golpearlos con un impacto súbito”, explica la artista. “El más silencioso, más sobrio, incluso anónimo, aspecto de mis fotos podría ser el más convincente”, añade.

“El más simple de los medios de recuperar o documentar una parte del mundo podría ser la mejor posibilidad de que la quintaesencia del sujeto saliese a la superficie (asumiendo que existe una)”, reflexiona Lynne Cohen.

Llama la atención la ausencia de personas en las fotografías de Lynne Cohen. La artista explica que no sabría dónde colocarlas. Pero en todas ellas se puede encontrar una persistente presencia humana.

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