Está visto que cuando todo pinta peor es cuando se pueden esperar las mejores cosas de los mercados de valores. Egipto en pie de revolución, el mercado amenazando desde hace semanas con un retroceso importante, y los índices se ponen a subir como locos. Es como si quisieran decir eso de «aquí estoy yo, que aún no he dicho mi última palabra».

La sesión fue alcista desde el inicio, aunque al Ibex le tocó esta vez entrar en pérdidas al poco de comenzar la sesión, pero los «grandes» estuvieron en verde a lo largo de toda la jornada, como si quisieran evitar el más mínimo problema. Un arranque de genio al comienzo, otro al cabo de una hora y media, y el pescado quedó vendido. Para unirse al festín, la apertura de Wall Street fue alcista y sólo a última hora se produjo un amago de corrección que fue más una toma de beneficios de los ultracortoplacistas que otra cosa.

Al cierre, no obstante, las espadas quedaron en todo lo alto, con el Dax al borde de la zona crítica de los 7.200 puntos que se le ha atragantado hasta ahora y el Footsie londinense en las cercanías de los 6.000, por lo que debo anunciarles con total honradez que aún queda bastante tela que cortar.

El mejor de la jornada fue el CAC, que sobrepasó de nuevo la barrera de los 4.000 puntos con cierta holgura tras subir un 1,68%, seguido por el FTSE, que actuó como si se hubiera empeñado en demostrar que el recorte ya ha pasado (así que más cuidado que nunca, que nunca es como parece), con un alza del 1,62%. El Dax estuvo más en su línea de pocas estridencias y buenos resultados, con una ganancia del 1,51% y nuestro Ibex se conformó al final con un avance del 1,50%, lastrado por el mal comportamiento de los bancos medianos, que no se unieron al festín de los dos grandes. Entre los demás, destacar el buen comportamiento, una vez más del Aex holandés, que despachó la jornada con una subida del 1,71%.