Mil millones de euros y solo diez años para recuperar la inversión

02/02/2011

José Mª Fernández-Rúa.

Pocos desconocen, por ignorancia, que los medicamentos prolongan la vida de las personas y, además, mejora la calidad de vida de los pacientes. Pero, además, ahorran recursos al Sistema Nacional de Salud. Sin embargo, los fabricantes de fármacos, las empresas farmacéuticas, nunca han tenido “buena prensa”. Más bien, mala, incluso peor que los fabricantes de armas. Quizás porque no se sabe que para obtener una molécula, un nuevo medicamento, hay que invertir mucho tiempo y mucho dinero. Dicho con otras palabras. Desde que se toma la decisión de avanzar en la síntesis de una molécula, porque ha mostrado cierta efectividad en líneas celulares, hasta que se sitúa en el mercado ese posible medicamento, transcurren entre diez y doce años y la inversión supera, de media, los mil millones de euros. A esto hay que añadir el riesgo, porque no todo llega a puerto. Solo tres de cada diez fármacos se comercializan por primera vez en los mercados consiguen recuperar los costes de investigación y ganar dinero, como cualquier otra actividad empresarial.

Esta industria maltratada ha conseguido, por medio de la investigación, que el incremento de la esperanza de vida de un paciente diagnosticado de cáncer en la década de los años setenta fuera de 9,6 años de media. Veinte años después, esa esperanza de vida alcanzaba la cifra de 10,6 . ¿Alguien es capaz de cuantificar lo que vale un año más de vida para una persona que padece cáncer?

El medicamento es caro. Es verdad, pero es caro el medicamento innovador. Y aquí aparece la patente, que es clave en cualquier proceso en el que se invierte en investigación y desarrollo. Sin patentes, el progreso técnico-terapéutico se paralizaría o disminuiría de forma considerable y, por tanto, también se reduciría a parámetros testimoniales la contribución que lleva a cabo el medicamento innovador en términos sociales, económicos y sanitarios. Diversas encuestas realizadas en Estados Unidos concluyen con un denominador común: si no hubiera patentes, la industria farmacéutica reduciría sus aportaciones en investigación en un 64 por ciento frente a una media de otros sectores industriales del 8 por ciento.

A todos los políticos, de cualquier color, se les llena la boca –dicho de una forma coloquial- con la investigación y el desarrollo y su repercusión en las economía. Sin estas inversiones no hay productividad y competitividad. Sin embargo, poco o nada se está haciendo en España para incrementar ese 1,3 por ciento del PIB que se dedica a investigación y desarrollo. Los franceses si lo hacen con un 2,2 por ciento del PIB y los alemanes, también con un 2,4 por ciento. ¿Qué es lo que sucede realmente? Los analistas no se atreven a pronunciarse porque son muchas las incógnitas que conforman la ecuación, sin embargo si han subrayado que si no cambia en España la legislación sobre patentes el sector farmacéutico puede dejar de ser el motor de la innovación y de la investigación. En este punto, y ya para terminar, me permito recordar que desde hace años la industria farmacéutica es el líder en investigación y desarrollo en España y en el mundo tanto en términos absolutos como relativos. Puede que haya alguien que crea que el sector aeronáutico, el de las telecomunicaciones o los fabricantes de automóviles invierten más en investigación y desarrollo que el farmacéutico. Nada más lejos de la realidad. En España, las farmacéuticas representan el 18,8 por ciento del gasto en este capítulo de toda la industria privada.

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