La noticia sería que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quisiera una Cataluña empobrecida, fuera del euro, de la UE, de la ONU, del FMI y hasta de la OTAN. Pero el presidente no quiere ninguna de las nefastas consecuencias que, según él, se derivan de la independencia de Cataluña. Lo ha dicho muchas veces y lo repetirá muchas más durante la campaña electoral para las elecciones europeas, a las que puede presentar como cabeza de cartel a la ministra de Fomento, Ana Pastor Julián, una mujer con gran capacidad de trabajo, ampliamente conocida y que no cae mal a nadie, según pregonan sus correligionarios del Grupo Popular.
Rajoy volvió a augurar en el pleno del Congreso los mayores males para Cataluña si sus gobernantes autonómicos, Artur Mas y compañía, insisten en la aventura soberanista y abocan a la población a decidir entre seguir siendo parte del Estado español o constituirse en Estado. El presidente contestó a la pregunta del portavoz de ERC, Alfred Bosch, sobre lo que piensa hacer para evitar el referéndum del 9 de noviembre diciendo que la consulta es ilegal y que “ni usted ni yo podemos incumplir la ley porque lo que usted propone corresponde a todos los españoles”. Bosch replicó: “Pues convoque usted a todos los españoles”.
Pero Rajoy, que sigue sin desvelar las herramientas que empleará para evitar la consulta, desestimó esa posibilidad e insistió en que la independencia sería la ruina, la marginación, la expulsión de la UE y la miseria para todos los catalanes. “No quiero una Cataluña empobrecida, no se la merece nadie, ni siquiera usted”, dijo al soñador Bosch, un hombre que visto de lejos parece con la mirada perdida y visto de cerca proyecta una soñolienta impresión. Quizá los soñadores deban ser así.
El presidente, que ve mejor de lejos que de cerca, parece autoconvencido de que el mensaje de la pobreza, la marginación y la falta de reconocimiento internacional de una Cataluña independiente acabará triunfando en la sociedad catalana y obligará a CiU y a ERC a reconducir su política hacia la senda constitucional. Los liberales y demócratas europeos, con los que se alinean CiU y el PNV en la UE y que llevan de candidato a los comicios del 25 de mayo al belga Guy Verhofstand, propugnan una UE federal que trascienda los nacionalismos. Y en ese sentido, un poco de coherencia de los socios españoles sería menester.
Además del mensaje de todos los males, el jefe del Gobierno cuenta con el apoyo del PSOE y de UPyD para rechazar el próximo 8 de abril en el Parlamento el permiso legal que solicitan CiU y ERC para poder celebrar el referéndum. “El portazo”, como le llaman algunos medios informativos, no será tan sonado como el que dio Zapatero al famoso plan de Ibarretxe respecto al País Vasco porque Mas no irá a Madrid a defender su planteamiento. Ni “portazo” será siquiera porque Mas y sus aliados seguirán adelante con el referendo bajo el paraguas de la ley catalana de consultas.
¿Qué hará entonces Rajoy para evitar la consulta? Eso era lo que Bosch quería saber y lo que el Presidente no quiso, no supo o no pudo desvelar. De la incapacidad de los dos gobernantes para encauzar el problema político que han generado ni vale la pena hablar, porque ambos se repelen. Por tanto ya se puede afirmar que, aparte de considerar perfectamente nula la consulta, Rajoy no hará nada. Pero descalificaciones, griterío y bulla, mucha bulla electoral, no nos va a faltar.
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