El 3 de febrero de 2011 pasará a la historia contemporánea de España como el día en que Angela Merkel nos visitó, nos analizó, examinó y dio su veredicto. Hemos aprobado y, a su entender con nota, porque desde como motor de Europa que es la economía alemana, hemos “hecho los deberes”. Dada la disciplina alemana, que a veces les lleva a ser cuadriculados, la visita de la canciller germana puede considerarse cuadrada… aún es pronto para aventurarnos a una expresión más redonda.
Resulta curioso que esta fecha haya servido de espoleta al Gobierno, hundido entre los malos datos macroeconómicos y, paralizado por las estadísticas que le llevarán al desempleo en menos de año y medio. Y, o una de dos, o la necesidad de generar confianza y evitar el rescate para no ser como Grecia o Irlanda, lo que nos pasaría una factura a pagar durante más generaciones de las ya endeudadas, o que cuando se da ya por perdido el poder es cuando más clara se vuelve la mente y, dado que ya no se buscan votos, se buscan soluciones.
Claro está que la disciplina exigida por Merkel nos ha obligado a demostrar que se están haciendo cosas, aunque sean dolorosas para los más que sufridos ciudadanos, y ha servido para dar el do de pecho. ¡Hay que ver lo que ha cambiado José Luis Rodríguez Zapatero en solo un año! Ha pasado de gobernar por el artículo 33, decisiones unilaterales en la soledad de su despacho, enemistándose con todo el que le llevara la contraria, a una lucha sin cuartel por lograr acuerdos impensables antes del verano, cuando los sindicatos le convocaron una huelga general, y con cuantas más organizaciones y partidos, mejor que mejor.
El arte de gobernar tiene su aquel. En tiempos de crisis como el que vivimos desde finales de 2007 la erótica del poder no compensa cuando no se hace otra cosa que tomar iniciativas una tras otra, y el mercado castiga como si no se hiciera nada. Cuando tapando agujeros y buscando el bien general, se generan otros agujeros y, entonces, el bien general se convierte en un lastre.
Merkel nos ha traído disciplina. Y nos había puesto fecha al examen final. Pero todo ha sucedido muy deprisa y con cambios muy profundos. En poco más de una semana, el Gobierno ha trabajado al mil por cien, alargando los días como si fueran meses. Una semana antes de la visita de Merkel dio a luz un plan de reforzamiento del sistema financiero, como una señal inequívoca de que se acabaron las contemplaciones; cerro un gran pacto social, muy lejano de los Pactos de la Moncloa, pero con la reforma más profunda que se ha hecho hasta ahora en el sistema público de pensiones; un plan de choque para los desempleados condenados al ostracismo y al hambre; y para los jóvenes, los grandes olvidados porque, al fin y al cabo, siguen viviendo en casa de sus padres; y parece ser que por fin se ha cogido el toro por los cuernos de la reforma de los convenios. Con un plazo fijo e inamovible. El 19 de marzo. Sabiendo que ahora al Gobierno ya no se le puede engañar, y cuando dice hasta aquí, la frontera no se pasa, por si acaso decide gobernar otra reforma.
Y no se puede dejar de mencionar en esta locura de semana, la semana de las grandes decisiones, el acto de responsabilidad que empresarios y sindicatos han realizado. No han sido los grandes constructores, ni los grandes banqueros, sino los representantes de las empresas (de todos los tamaños) y de los trabajadores, los que dejando los intereses de a quienes defienden, han aceptado los intereses de Estado. El resto de las responsables políticos, extrañamente, se han quedado en los escaños buscando peros…
La gran lección de esta crisis es que España es ahora más pobre. Y los españoles también. Algunos se harán ricos más deprisa que nadie, pero tal vez ahora se puedan sentar las bases que regulen los “desmanes”; se pueda poner sobre el papel, en forma de ley, los riesgos que se pueden asumir y hasta dónde se puede llegar. Nuevas reglas de juego que, tal vez, retrasarán la rapidez con se enriquecían algunos…
Lo que no se ve en la letra pequeña es que en España siempre habrá ciudadanos de primera y de segunda. Y como muestra un botón. Lo lógico con más de 4,6 millones de parados es que el consumo de mantenga bajo mínimos. La venta de coches del primer mes de 2011 así lo ha demostrado: una caída de las ventas de más del 23%. Sin embargo, aquellos tocados por la barita mágica de la fortuna, que no saben qué es el paro, que desconocen cómo pedir un subsidio y mantienen el tren de vida como si la crisis no fuera con ellos… han hecho disparar las ventas de los coches de lujo por encima del 133%. Merkel no lo sabe, pero en España todavía nos quedan muchas esquinas en nuestro círculo.
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