No sólo de acciones y de fondos de inversión vive el hombre; las carteras también deberían tener su espacio para los bienes tangibles. El arte, por ejemplo, puede ser un activo interesante para diversificar nuestro dinero. Aprovechando la cercanía de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, Arcomadrid, le contamos cuáles son las claves para apostar por este tipo de bienes y en qué fijarse a la hora de invertir.

Se considera arte contemporáneo el correspondiente a los últimos 20 ó 30 años, llevado a cabo por artistas que aún están vivos. No hay que confundirlo con el arte moderno: “Éste es el realizado a finales del siglo XIX y antes de la II Guerra Mundial”, aclara María García, directora del departamento de Arte Moderno y Contemporáneo de Christie’s. ¿Cuál es la ventaja de adquirir estas obras en vez de otras más antiguas? “Tienen a su favor que, como se están produciendo en la actualidad, con artistas en plena madurez creativa, eso hace que sus precios, en muchos casos, sean todavía asequibles”, explica García.

Esta misma característica, la de que algunos artistas sean noveles, implica que invertir en sus obras sea más arriesgado, aunque también pueda resultar más rentable. Vendrían a ser como los valores tecnológicos: volátiles, pero que pueden generar jugosos rendimientos. “Si hablamos de arte, la inversión no puede ser meramente monetaria; debe haber otros valores. En el caso del contemporáneo, es verdad que el riesgo es mayor que si nos referimos al de otras épocas, pero si haces bien los deberes puedes obtener buenas rentabilidades”, continúa García. “Es cierto que es más volátil, pero también es más interesante en cuanto a precios”, ratifica Eva Fernández, directora de la galería Eva Ruiz (www.evaruizgaleria.com). “Aconsejo adquirir una pieza no sólo como inversión, sino sobre todo porque te guste. En el arte entran en juego otros valores que no tienen que ver con el dinero. Y ojo: te digan lo que te digan, la inversión segura sólo se da con tres o cuatro nombres. Por ejemplo, en mi opinión Tàpies es uno de ellos”, explica Fernández.

“Los dos artistas vivos con los precios más altos son Jeff Koons y el pintor Lucian Freud”, cuenta García. Otros nombres con solera son Chillida, Juan Muñoz, Tàpies, Andy Warhol y la fotógrafa Cindy Sherman.

¿Qué reglas básicas hay que seguir a la hora de invertir? Si en el caso de la Bolsa conviene estar informado, aquí hay que estarlo mucho más, porque hablamos de inversiones menos líquidas. “No hay que creer que estás comprando un chollo. Los chollos no existen. Es raro que algo valga menos de lo que debiera ser su valor. Hay que informarse sobre dónde estás comprando la pieza, y lo mejor sería poder acceder al artista”, cuenta Fernández. “Hay que conocer al artista, su cotización en el mercado, las exposiciones que ha hecho, las galerías que le han representado. Respecto a la obra, hay que mirar su procedencia, el estado de conservación y cuál es su potencial vital (hay técnicas que envejecen mejor que otras). Y, cuidado, que a veces el nombre del artista por sí solo no vale”, detalla García. Otro factor conviene tener en cuenta es que la revalorización sea estable: cuidado con las progresiones vertiginosas que luego se quedan en nada. ¿Cuánto invertir y a qué plazo? Hágase a la idea de que estos activos son como si de un depósito a plazo fijo se tratase: sólo hay que destinar el dinero que no se vaya a necesitar a medio largo plazo. “Lo ideal serían cinco años. No tiene sentido vender antes cuando hablamos de artistas que con 50 años se consideran todavía artistas jóvenes, cuya obra seguirá teniendo recorriendo durante un tiempo”, dice Fernández. ¿Cuánto? “A partir de mil euros puedes ir creando una colección. Lo ideal sería empezar con 6.000”, finaliza.