Las cooperativas de crédito rechazan la bancarización que prepara Economía

21/04/2014

Miguel Ángel Valero. Las rurales no quieren terminar como las cajas de ahorro, y defienden su modelo de negocio basado en la cercanía al cliente.

El 13 de enero, el ministro de Economía, Luis de Guindos, anunciaba en el Congreso de los Diputados que “el Gobierno realizará en los próximos meses una actualización del régimen jurídico de las cooperativas de crédito”. Más de cuatro meses después, todavía no se conoce detalle alguno sobre la reforma de estas entidades, que en Economía reconocen que parte de una ‘recomendación’ del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y de la Comisión Europea. La ‘troika’ aconsejaba “la revisión del marco jurídico que regula las cooperativas de crédito, las cuales, aunque tienen una participación relativamente pequeña en la intermediación financiera, juegan un papel importante en las zonas rurales”. Y recordaba que “dado que su régimen legal no ha sido revisado desde hace tiempo, a la luz de la reciente experiencia financiera, podría estar justificada una revisión de su reglamentación”.

La reforma también se apoya en la constatación de la atomización de este sector, que supone el 5% del sistema financiero español: más de 60 entidades, la mayoría cajas rurales.

Pese a no conocerse el alcance de la normativa que prepara Economía, el sector, especialmente las cajas rurales, se opone a un proceso de concentración forzado que termine en una bancarización de estas entidades. Las cooperativas de crédito no han necesitado ningún tipo de ayudas desde que estalló la crisis en 2008. Desde este año, precisamente, el número de socios se ha incrementado en más de 500.000, al sumar más de 2,5 millones. Un informe del Parlamento Europeo, fechado en junio de 2013, no solo defendía el papel de las cooperativas, tanto empresariales como de crédito, sino que reclamaba a la Comisión incentivos para reforzarlas.

Las cooperativas de crédito tienen muy claro lo que ha pasado con las cajas de ahorro. Primero, fusiones virtuales, mediante Sistemas Institucionales de Protección (SIP), figura que también ha sido utilizada por las rurales (grupo de Cajamar, Solventia). Luego, fusiones reales, más o menos forzadas por la situación de solvencia y de la cuenta de resultados (Cajamar ha absorbido así a siete de las 28 entidades que se unieron a Cajas Rurales Unidas; la Rural de Córdoba se ha integrado con la del Sur tras compartir el SIP Ibérico, nacieron Globalcaja, Bantierra y Caja Viva, y Caja Laboral se unió a Ipar Kutxa para crear Laboral Kutxa). Finalmente, la bancarización, salvo dos exepciones (Caixa Ontinyent y Caixa Polllensa). Y por tanto la desaparición como cajas de ahorro, aunque esto no sea exactamente así, porque muchas entidades sobreviven (‘la Caixa’, Ibercaja, Unicaja, las tres vascas,) y controlan sus bancos instrumentales.

En el Grupo Caja Rural, formado por 28 entidades y que suma el 42% de los activos del sector, creen que seguir el mismo proceso que el sufrido por las entidades de ahorro con la excusa de la excesiva atomización llevaría a “la muerte de un modelo” que no ha dado problemas en la crisis (salvo el caso de la Rural de Mota del Cuervo, absorbida por Globalcaja tras su intervención por el Banco de España) y que funciona perfectamente en otros países europeos: Francia (Crédit Agricole y Crédit Mutuel están controladas por rurales y otras cooperativas de crédito), Alemania (DZ Bank), Austria, Holanda (Rabobank), Finlandia o Suiza.

Frente al modelo del Grupo Caja Rural, está Cajamar, que no oculta su voluntad de liderar el sector (ya suma 32 entidades) y que ha creado el Banco de Crédito Social Cooperativo para facilitar el proceso, atrayendo a entidades ajenas a su grupo. Economía parece decantarse por esta opción: fusión virtual que termine en integración real, con un banco de por medio que garantice la financiación en los mercados mayoristas, en dos o tres grupos como mucho.

Pero las grandes entidades del Grupo Caja Rural (Globalcaja, Asturias, Granada, Sur, entre otras) rechazan ese camino y prefieren seguir independientes.

 

Redefinir la cercanía al cliente

Carmen Motellón, de la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito (Unacc), argumenta en un análisis sobre los cambios que necesita el sector que aunque se ha llevado a cabo “una concentración sin precedentes”, lo cierto es que “no puede decir que haya superado la atomización”. Es cierto que Cajamar, la primera entidad del sector, será supervisada por el BCE, que las dos mayores cooperativas (Cajamar y Laboral Kutxa) suponen la mitad de los activos totales del sector y que las diez primeras acaparen el 85%, que en 2008 había 57 entidades con un balance inferior a 1.000 millones de euros y que en 2013 se han reducido a 20. Pero el balance medio de las cooperativas de crédito, aunque ha crecido el 45% desde 2008, apenas supera los 2.000 millones de euros.

“En el marco operativo, será la búsqueda de soluciones que permitan seguir ganando eficiencia, vía aumentos de productividad, disminución de costes, integración de plataformas, creación de sistemas potentes”, señala esta experta, que reconoce que “la gran asignatura pendiente del sector” es la eficiencia, pese a la mejora de 12 puntos en dos años y a acercarse a la media del sistema financiero.

“En la relación con el modelo de banca, el sector, con cerca del 60% de sus oficinas en municipios de menos de 25.000 habitantes, tendrá que afrontar la redefinición del concepto de cercanía con el cliente. Aunque es cierto que el hecho de tener una oficina, a la que los clientes puedan acudir, permite a la entidad estar más próxima a los usuarios y seguir conociendo y solucionando sus necesidades financieras, hay que ser consciente de que no sólo el espacio físico y el concepto de oficina tienen que sufrir una profunda mutación, sino que además la sucursal no es el único camino para asegurar la cercanía”, reflexiona Carmen Motellón.

“En primer lugar, porque en la nueva era financiera la oficina de la cooperativa de crédito debe escalar un nivel en la jerarquía y convertirse en un centro de negocios y de asesoramiento financiero a los clientes, donde se les aporte valor añadido y se busque la optimización del resto de la red”, argumenta. “En segundo lugar, porque las oficinas tienen sus limitaciones: de tiempo y de ubicación. Ahora, en la nueva era, las oficinas tienen que ser complementarias, pero no excluyentes de la capacidad de hacer banca”, insiste.

“En la relación con el cliente, la oportunidad de las cooperativas de crédito será la de utilizar el alto grado de involucración que tienen sus socios con la entidad como una fuente de información que les permita saber y responder a la demanda creciente de servicios innovadores y personalizados y como potente herramienta de ayuda en la toma de decisiones”, concluye la directiva de Unacc.

 

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