La última oportunidad

22/10/2010

diarioabierto.es.

La llegada al Ministerio de Trabajo de Valeriano Gómez ha sentado bien, sobre todo, a los sindicatos, pero también a la gente de la “casa” (el propio ministerio), mientras el presidente del Gobierno espera que con él se cierre el penúltimo frente que tenía abierto: la parálisis del diálogo social, hasta no hace mucho signo de identidad de España. Habrá que esperar a ver qué piensa la CEOE, ahora más centrada en su crisis interna y en despejar quién, a la postre, será su nuevo presidente. Desde luego su vinculación a UGT, con carné incluido, levantará más de una suspicacia. Menos mal que los empresarios ya le conocen de la anterior legislatura, en la que se encargó de la Secretaría General de Empleo de Jesús Caldera. Esa secretaría que ahora, como ministro, por fin, elevará  a rango de Secretaría de Estado.

La reforma laboral ha roto las buenas relaciones que José Luis Rodríguez Zapatero había mantenido durante seis años y medio con los sindicatos. Por todos era conocida su amistad con el líder de UGT, Cándido Méndez, quien aún a costa de ser criticado por su propia organización, defendió las medidas del Gobierno contra la crisis a capa y espada. Pero debe ser verdad eso que dicen que Zapatero no se casa con nadie y que pudo más la presión de las instituciones internacionales que sus propios principios socialistas de defensa de los derechos laborales. Eso es lo que le hizo romper una amistad de años, agrandada en tiempos de oposición en que Zapatero era un diputado de a pié que ya tenía unos planes muy claros de futuro.

Los más de cuatro millones de parados de “marrón” con que ha abandonado el Ministerio de Trabajo Celestino Corbacho, la parálisis del diálogo social y las convulsas relaciones entre agentes sociales y el Gobierno es la herencia que recibe un Valeriano Gómez, curtido en cientos de negociaciones y experto en decenas de reformas.

Hay que darles la razón a quienes han descubierto la astucia del presidente del Gobierno en este nombramiento. Por encima de rencores, que quienes conocen a Zapatero saben bien que no perdona, el presidente del Gobierno no ha tenido en cuenta que su nuevo ministro participara en la manifestación con la que culminaba la huelga general. Gómez es un hombre tranquilo, buen negociador y conocedor no sólo de los que serán sus interlocutores sino de todos los problemas que padece nuestro mercado de trabajo.

Por este motivo no le duelen prendas en hacer compatible manifestarse en contra de una reforma que deberá desarrollar reglamentariamente. Sabe que él puede. El problema , como en estos años de última legislatura, es que le dejen, que no haya “diegos donde dije digo”.

Zapatero es el primero en saber que Gómez es su última oportunidad para recomponer el diálogo social; de volver a sus orígenes. El problema más grave es el desempleo y, lejos de intentar tender puentes en este ámbito, en el último año se ha visto obligado a romperlos. Mal asunto estar a la gresca con quienes debe buscar salidas para solucionar el mayor problema del país. Algo tendrá que hacer para que empiece a reducir el paro. Gómez ya ha dicho que en2011 se reducirá, pese “al marrón que le ha caído”. Al menos lo cree, ya es un buen comienzo.

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