A José Luis Rodríguez Zapatero no le gusta cazar, sino pescar. Pero en la remodelación en profundidad de su Gabinete ha matado varios pájaros de un tiro. Uno: Rubalcaba se convierte en el nuevo hombre fuerte del Gobierno y eventual cabeza de cartel si finalmente él decide no volver a presentarse. Dos: encauza el diálogo social con Valeriano Gómez, un militante socialista y ugetista apreciado por los dirigentes sindicales, quien sustituye a Celestino Corbacho como ministro de Trabajo. Tres: refuerza la tonalidad rosa con la incorporación de Aguilar, la ex alcaldesa de Córdoba y ex dirigentes de IU que prefirió ser cola de león a cabeza de ratón y se fue con José Antonio Griñán de consejera del Gobierno andaluz hace año y medio, y ahora se convierte en ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino en sustitución de Elena Espinosa, una mujer de José Blanco. Cuatro: resuelve el error de haber colocado a Leire Pajín en la secretaría de organización del PSOE hace dos años, nombrándola ahora ministra de Sanidad en sustitución de Trinidad Jiménez. Cinco: premia a la derrotada en las primarias madrileñas, Jiménez, ascendiéndola a ministra de Asuntos Exteriores en sustitución de Miguel Ángel Moratinos. Seis: satisface al presidente aragonés, Marcelino Iglesias, que no repite como candidato, colocándole en la secretaría de organización del Partido en sustitución de Pajín. Y siete: suprime dos Ministerios, como le había pedido la oposición –Igualdad, que pasa a depender de Sanidad, y Vivienda, que vuelve a Fomento.

La remodelación tiene el objetivo de mostrar un Gobierno renovado y “políticamente reforzado”, según ha dicho el presidente. El área económica no la ha tocado. La remodelación es estrictamente política. Y la sustitución de Teresa de la Vega, para la que tenía un puesto guardado en el Consejo de Estado desde el mes de mayo, por Alfredo Pérez Rubalcaba como vicepresidente primero, ministro del Interior y Portavoz del Gobierno, es el dato político más relevante. Rubalcaba se ocupará, con la ayuda de Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, de las dos tareas prioritarias en la recta final de la legislatura: difundir públicamente el acierto y las bondades de la política gubernamental y desarrollar privadamente cuantas medidas puedan conducir al anuncio, en el plazo de un año, de la renuncia definitiva de ETA a los atentados y la extorsión. En el final de ETA cifran algunos analistas el eventual condicionamiento del electorado y la recuperación del resuello de Zapatero en las urnas. Aunque la operación resulta “difícil y complicada”, según ha explicado el presidente, “se han logrado grandes avances” y conviene perseverar. Mariano Rajoy cree que Zapatero y Urkullu han alcanzado un compromiso para facilitar una salida a los etarras que decidan abandonar las armas y ha exigido una comparecencia específica del presidente para que explique en el Parlamento sus acuerdos con los jeitzales. De momento, sólo hay diálogo porque sería “impensable” que no lo hubiera con un partido como el PNV, le ha contestado Zapatero.

Los cambios en el Gobierno se producen inmediatamente después de la votación de la totalidad del Presupuesto de 2011, en la que el PSOE ha contado con el apoyo del PNV y de Coalición Canaria, y el PP ha vuelto a salir trasquilado. Si hace dos años rompió el Gobierno de Navarra y se separó de UPN por el voto de un diputado al Presupuesto, en esta ocasión ha abandonado el Gobierno de Canarias por los votos de los dos parlamentarios de CC a las cuentas de Salgado. Con ese balón de oxígeno para culminar la legislatura, Zapatero entra en una larga campaña electoral en la que venderá la incipiente salida de la crisis, la incipiente salida del terrorismo y, si no fuera posible, su incipiente salida con la garantía de que no habrá orfandad sino Rubalcaba.