El poder y la servidumbre política de la Comunicación

25/06/2014

Ramón Almendros.

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, tanto en España como en el resto de países de la UE, han dado y darán para infinidad de interpretaciones y comentarios de analistas políticos, politólogos, representantes de las fuerzas políticas concurrentes y ciudadanos. Destaca como uno de los principales argumentos para interpretaciones diversas y hasta opuestas el de la Comunicación.

Refiriéndonos exclusivamente a España, se destaca y no sin razón, para el excelente resultado de Podemos, el partido con la mayor subida de eurodiputados, el manejo eficacísimo que ha hecho su líder, Pablo Iglesias, de su intensa presencia en varios medios televisivos. Es, muy probablemente, una de las claves del éxito de esta joven formación política de tan sólo cuatro meses de vida, ya que su programa, utópico y racionalmente poco entendible en un doctor en Ciencias Políticas, ha sido tan bien manejado por el candidato, centrado más que en destacar sus virtudes en captar el desencanto de los movimientos ciudadanos de izquierda y votantes jóvenes, que es ahora cuando los Medios comienzan a divulgarlo. Sin embargo, ya se sabe el escaso valor que los propios partidos dan a sus programas que, a la luz de la pública confesión del recordado Tierno Galván, se hacen “para no cumplirlos”. Salvo el ya clásico “programa, programa, programa” de Julio Anguita, todas las fuerzas políticas actuales están muy lejos de considerarlo un verdadero contrato con la sociedad.

El caso de Podemos tiene evidentemente una lectura interesada de muchos detractores sobre el beneficio que ha tenido para la formación la presencia de su líder  en tertulias y programas de varias televisiones, olvidándose de lo fundamental que es el valor que ha dado Pablo Iglesias a la Comunicación como instrumento fundamental para conseguir sus objetivos, porque el resultado no es casual. La estética y sobre todo la forma y el contenido de sus mensajes no son fruto de la improvisación. Considérese la  adecuada elección de “cadenas amigas”, que el “logo” del partido ha sido su silueta impresa en cartelería y hasta en las papeletas y que el personaje une a sus estudios  de Derecho y Ciencias Políticas un master en Arte y Comunicación obtenido  en Suiza y cultivado en la práctica con la presentación de programas en televisión, como La Tuerka, realización de guiones y participación en debates de todo tipo para darse a conocer y, sobre todo, para atacar a los partidos “convencionales”. Todo complementado por una actividad intensa en las redes sociales para hacer llegar sus mensajes a los sectores más jóvenes y en su propio lenguaje. ¿Qué hubiera sido de Podemos en el caso de que las comparecencias televisivas de Iglesias hubieran  derivado en un fracaso?

Si vamos a la otra cara, la de los partidos que más apoyo popular han perdido, no nos extraña ver argumentos tópicos y peregrinos sobre la Comunicación como culpable de pequeños o grandes fracasos, según se consideren.

Así, desde la ciega confianza en mensajes gastados y estéticas de museo reveladoras de una escasa consideración del valor de la Comunicación hasta el torpe desaprovechamiento de debates cara a cara y a seis, y los mítines retransmitidos en su parte esencial por las televisiones, un día sí y otro también, y las frecuentes entrevistas durante la campaña, poca o nula imaginación y novedad han aportado. Han demostrado, eso sí, no dar valor alguno a la comunicación con los ciudadanos al preparar escasamente a los cabezas de candidatura llamados a comparecer en los medios, sobre todo los audiovisuales, que son los que tienen mayor capacidad para mover la opinión y, en consecuencia, los votos, de los ciudadanos. Y con “la superioridad intelectual sobre la mujer” y la consideración como “incidente” de un delito de malos tratos han cometido graves errores que un candidato no se puede permitir y que, sin duda, han pasado una mayor o menor factura al cómputo total de los votos.

Eso sí, para la justificación de los malos resultados sirve, sin duda, una utilización particular y sorprendente de la Comunicación, no al servicio de la descripción de la realidad a los ciudadanos sino  como instrumento servil y sin responsable conocido. No se comprende, con los resultados a la vista, el repetir hasta la saciedad el “hemos ganado” ni afirmar que en un partido que ha obtenido cinco eurodiputados “están todos los frikis”. Tampoco el que “los electores no han comprendido nuestros mensajes”. Sí en cambio el “de no hemos sabido comunicar”, aunque esto es terrible en formaciones políticas con experiencia de gobierno y grandes aparatos y medios para preparar las campañas electorales.

 (*) Ramón Almendros, es director ESTUDIO DE COMUNICACION

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